Mi lista de blogs

martes, 30 de noviembre de 2010

A la carga con “El ruso”


Por Efraín Otaño Gerardo

Yoandry Gómez Padilla es un joven Korimakao enamorado de las artes plásticas.
 Él camina por las calles buscando elementos para su obra
y los encuentra allí, donde el arte se encuentra con la vida,
o allá, donde renace “en algún planeta demasiado hermoso”.
Risueño, afable, silencioso.
Talentoso, sincero, luchador...
Bien podría hablarles mucho del “ruso”, como lo llaman cariñosamente,
pero prefiero ir a la carga con su obra y ponerle un toque de poesía
a cada una de ellas para que llegue con más luz al lector, enamorado
de esto que se llama arte y está en cualquier parte donde
el sueño alcanza la categoría de las estrellas.




6:20 pm

Hora de bañar los sueños...
 y despertar los duendes

Para soñar solo se necesita el alma
         Aunque a veces el alma nos juega una mala pasada,
Nos exprime los pasos
                         Justifica la Apocalipsis.
                                                          ...se duermen.
Mi arte está en alimentar duendes
Y desenterrar el secreto de las piedras... (ya lo he dicho)
Por eso sueño con la libertad
A pesar de las horas que aun están por venir...





9:11 pm

Me dijo una mariposa que te vería mañana.
mañana vendrá toda de azul,

con rocío entre las manos
                     y rayos de sol acurrucados en sus senos.
Pero qué pensar de un día mágico
cuando la luz existe solo para Dioses.
Se puede pensar por ejemplo
                         en el reloj
                                        en la variable x
 o simplemente en los peces.
Yo pienso con alguna vez tocar el sol
y no dormir a sobresaltos
esperando la llegada del mañana.





12:03 am

Los mejores momentos está por llegar
(creo que también lo dije)

Porque la vida es esto cuando existo,
Por eso el amor ocupa
                            tanto espacio en mis adentros,
                                                entonces lo alimento
             lo envuelvo en celofanes
lo critico por ser tan grande e invisible.

Y esta ingenua y frágil poesía que me protege
Se hace más transparente
Sin importar las tempestades.
También la lluvia tiene sus duendes
                   Y sus misterios.





6:07 am

Ha llegada mañana
Con la luz prometida, lejos de Eva y de la manzana
(refugio del pecado)
Te buscaré entre murmullos y canciones.
Antes del meridiano reinará la sonrisa.
                               Lo se.
Me lo dicen a coro los duendes
(los de las piedras y los de la lluvia)
Me lo gritan los peces desde el azul.
a pesar de las palabras que resuenan y resuenan
en alguna parte, más allá de las galaxias permitidas
para los humanos.



         12:00 m

-Nauseas desde lo alto-

Quiero bajar.
En lo alto no me llegan los suspiros del ocaso.
En el suelo están las flores,
las piedras con sus duendes y sus misterios,
las mariposas que me hablan al oído,
el rocío,
                    la lluvia,
                                      el mar con sus peces.
En el suelo también quedaron enterrados algunos sueños.
                                                                                    Quiero bajar.
                                                                                     Me lo imponen las canciones.
                                                                                     y el aire que respiro...






0:02 am

La ingenuidad del poeta juega ajedrez
-está en jaque-
Solo el milagro de la resurrección lo salvará,
La resurrección ya no existe,
Perdió el poeta.
Los números cruzan la pared
y se protegen los minuteros de las arrugas del tiempo.
La parábola capta la ecuación:
y las idioteces le ponen zancadilla a la palabra.
Pero el fénix acorraló las penas,
despertó las flores del letargo invernal,
aplacó las espinas...
 las espinas también tienen duendes y misterios en sus puntas.
Como las piedras...
                            como la lluvia...
                                                     como los peces.


  








El cayo de los misterios


Efraín Otaño Gerardo


A Tomasito Moreira, por su afición a la pesca… a pesar de los vientos,

A “Pepe” Ríos y “Pepe” Pico (los dos Pepes),
por sus conocimientos de marinería,

a todos los pescadores de la Ciénaga de Zapata
 
Capítulo IV

La confesión

M
iré al interior de su “morada”. Muchas cosas recogidas hacían suponer que estaba pendiente de cualquier naufragio  para abastecerse. Cajas plásticas que contenían telas muy limpias, algunas cazuelas, vasos y otros utensilios tal vez llegados al cayo por casualidad (y a mí me servía en jícaras y platos de cascarones de coco). Por supuesto que lo hacía para despistarme.

Ya casi al anochecer fui hacia las cercanías del promontorio donde antes había visto a la mujer realizando una especie de rito nocturno. Esperé. Ella, al poco rato, ya en plena oscuridad, apareció. Andaba con un velo que le cubría el rostro.

-          Siempre pensé que no iba a perdonar a los hombres, pero me equivoqué – comenzó diciendo con voz apagada- Al verte flotando en la playa, casi ahogado, me di cuenta que no tenías culpa de lo que me hicieron y te recogí.

Quise decir algo y me interrumpió.
-          Hace diez días que llegaste, más muerto que vivo. Aquella tarde, casi oscureciendo, descubrí el bote en que venías. Vi como el mar lo zarandeó, vi como lo viró y como finalmente lo retrucó contra los arrecifes. Solo te salvaste tú.
Pausa. El mar estaba tranquilo y la suave brisa amortiguaba la plaga. En definitiva lo interesante del relato lograba que no sintiera ni las picadas de los mosquitos. Continuó.

-          Llegaste a la orilla muy magullado y sin conocimiento, te dejé vomitar el agua que habías tragado y con mucho esfuerzo te llevé al vara en tierra de la playa. Te cuidé como cinco días pensando que no abrirías más los ojos, pero al sexto lo hiciste por unos segundos. Por poco me descubres, la suerte que te miraba cuando comenzaste a reaccionar y moverte. Tuve miedo de que me vieras, preferí esconderme y…
-          ¿Por qué tuviste miedo de mí?¿Es qué estoy tan feo, parezco un monstruo marino- le pregunté, en tono de broma, sonriendo, para tratar de contrarrestarle tono solemne con el que ella me hablaba, y ganar más en confianza.

Pero enseguida comprendí que había metido la pata. Ella quedó en silencio. Se puso inquieta. Empezó a tirar piedrecitas al mar. Hasta que de pronto se quitó el velo que le tapaba la cara y dijo:

-          ¡El monstruo soy yo, mira!

Tenía el rostro desfigurado. Era en verdad espantoso. Se quedó mirándome, como valorando la reacción que me provocaba aquello. Me mantuve sereno, aunque en verdad estaba muy impresionado. Pero tenía que  permanecer así, para que ella no fuera sentirse rechazada, ofendida por mí.

-          Esto se lo debo a ustedes, los hombres; por eso es que me había prometido odiarlos para toda la vida- gritó con rabia, haciéndose eco en la inmensidad de la noche.


 Me coloqué a su lado. La abracé como un buen amigo. Las lágrimas empezaron a brotarle y entonces fue narrándome, poco a poco, su historia.

-          Hace más de un año me enamoré de un pescador, un día me trajo a este cayo. Con él venían dos hombres más y al llegar aquí me violaron. Carlos, como se llamaba esa bestia que era mi novio, se reía mientras miraba, mientras disfrutaba lo que ellos me estaban haciendo. ¡Denle con to´a esa puta!, se jactaba el muy animal.

No lo podía creer. No era posible que quedaran gente de esa calaña. Pero le creía en su totalidad, hablaba con pasión y vergüenza.

-          Luego me arrastraron por el diente de perro de la orilla, dándome por muerta, y se fueron. Por la mañana, como pude, me fui levantando. Lo primero que hice fue lavarme en el mar. Quitarme de encima cualquier huella de ellos que me hubiera quedado. Después fui curándome yo misma. Por suerte, se les había quedado una caja con bastantes provisiones, avíos de pesca, agua y una botella de alcohol de 90. También otras cosas que me fueron muy útiles.

Pasó su mano por el rostro como recordando los dolores que debe haber sufrido al curar aquellas heridas horribles.

-          En aquellos momentos, lo más importante fue el alcohol para limpiar mis heridas, que vendé con los ripios de pulóver que me quedaron. Esa es una parte de la historia, y la otra, ahora te la voy a contar.

Me tomó de la mano y me condujo por toda la orilla, llevándome a un lugar que no conocía; era admirable la facilidad con que se orientaba en la oscuridad a través de un tupido yanal. Con toda seguridad recorrió aquel disimulado trillo muchas veces. Nos paramos en un claro de apenas 10 metros cuadrados, y en la claridad de la luna distinguí tres elevaciones hechas de arena.

-          Son sus tumbas, ya pagaron- aseguró con odio.
-          ¿Fuiste tú?- quise saber.




(Continuará…)



lunes, 29 de noviembre de 2010

Los tres mosqueteros de la Ciénaga de Zapata.

Por Efraín Otaño Gerardo

  En la Ciénaga de Zapata, "tenemos que agradecer 
al naturalista español Fermín Cervera, 
el descubrimiento en 1927 de las tres aves 
endémicas de la Ciénaga, 
 ... durante las primeras décadas del pasado siglo".




Logotipo Dennis (UH)
Ferminia

Una vez te vi,
danzando sobre tus sincopados trinos
en el espartillo distante del canal.
La yana acogía tus nidales
                                                                      (invisibles nidales),
y el silencio misterioso de tu existencia
guardaba un tesoro cenaguero
-necesario y melodioso tesoro de mis montes-


 
Gallinuela de Santo Tomás

Endémica damisela de mis lares,
 gallarda gallinácea de la laguna:
pasas inadvertida ante el pintor
-que por azar-
busca el paso imprescindible entre verdad y ficción.
Los  matorrales del canal
anidan tu supervivencia
favoreciendo el plumaje de tu cuerpo.



Cabrerito

Oigo un “slip” casi imperceptible,
mientras veo
-entre los arbustos de la sabana-
diminutas figuras de traje a rayas.
El gris olivado de tu cuerpo
Se confunde con el espartillo seco del canal.
Corres alegre,
                                        sin miedo,
                                                                             sin emprender el vuelo;
repitiendo tu única nota:
“slip”, “slip”....



(Tomado del Libro “Una ronda con Artemisa”,
de Efraín Otaño Gerardo)

sábado, 27 de noviembre de 2010

Prolongación azul


Efraín Otaño Gerardo




 Hay un piélago profundo
Que domina el universo,
Con su misterio disperso
Y su danzar iracundo.
Cada ola es un segundo
que con el tiempo se aleja,
y regresa, cual madeja
con  su hilo interminable
y un azul indescifrable
de grito, lamento y queja.

La ola cubre la orilla
Con una blanca frazada,
Mientras su boca salada
Le da un beso en la mejilla.
Y la roca, cual chiquilla
Celosa se recondena;
Entonces el mar en plena
Facultad de su derecho
Le va poniendo en el pecho
Una corbata de arena.

El cayo de los misterios



Efraín Otaño Gerardo

A Tomasito Moreira, por su afición a la pesca… a pesar de los vientos,

A “Pepe” Ríos y “Pepe” Pico (los dos Pepes),
por sus conocimientos de marinería,

a todos los pescadores de la Ciénaga de Zapata

Capitulo III.

La solitaria

E
n algún lugar del cayo alguien no quería darse a conocer. Alguien que perdido en el mar, vino a parar a este sitio y al vivir algunos años solo había perdido el juicio e imaginara todo esto del “cayo de los misterios”.  
Por la tarde, más animado y con el pensamiento fijo en Robinson Crusoe, decidí investigar más a fondo el lugar donde me encontraba. Exploré  la playa que terminaba en el manglar, un gran bajizal de arenas fangosas se extendía de este a oeste, pero nada que me diera alguna pista. Volví desanimado por el fracaso y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo  al entrar a mi “acogedora morada”; cerca de la hamaca, en el mismo tronco del que hablé, se encontraba la mencionada cazuela de coco con el apetitoso caldo del día anterior.

“Quien sea que esté haciendo esto, bienvenido”-bendije, mientras miraba en todas direcciones buscando el posible hallazgo de alguna huella, y al no ver nada más que el vapor que subía del plato, devoré aquel brebaje en menos tiempo de lo que dura un merengue en la puerta de un colegio.

Tan oportuna cena me produjo un relajamiento en todo el cuerpo que me ayudó a sentirme mejor.
La noche se acercaba y el plagazo aumentó hasta hacerse insoportable. En casos como esos, el tiempo pasa lentamente y la desesperación hace mellas en tu sistema nervioso. No sé exactamente a que hora salí del “varaentierra” con la idea de que la brisa, que comenzaba a batir, amortiguara un poco la “plaga”. 

  Pensé entonces en el regreso y en mi casa. ¿Cómo estarían allá?
¿Cuánto tiempo había pasado desde el día en que perdí el conocimiento? Seguro me daban por muerto.  Y yo sin poder avisar, sin saber siquiera dónde me hallaba.
  ¿Estaría en uno de los cayos del Sur de la Península de Zapata o estaría mas al Sur, en el archipiélago de los  Canarreos, cerca de la Isla de la Juventud?
  Todas estas interrogantes me llenaban de impaciencia. Ensimismado  en mis preocupaciones creí sentir un lamento espantoso. Agucé mi oído y me llegó con más fuerza; era un grito de queja muy doloroso. El gemido se repitió y pude identificar claramente que se trataba de una mujer. Mi cuerpo se estremeció y me ericé hasta el último pelo, no pude moverme. ¿Qué le estaría sucediendo? ¿Era ella quien me traía los alimentos?
   Hay momentos en la vida de un hombre, en que por mucho miedo uno sienta, tiene que decidirse a enfrentar el peligro. Dudé, pero mi orgullo de “macho” me hizo avanzar hacia donde provenía el grito-lamento-gemido. Corrí. Era la primera oportunidad clara que tenía para descubrir lo que estaba sucediendo.
  La luz de la luna se reflejada en el agua de la playa, que en calma, mantenía un murmullo casi imperceptible, y el silencio reinante en el cayo hicieron mas fácil la localización de los lamentos, realmente esa era la palabra adecuada para aquel sonido.
  Di la vuelta, cautelosamente, al recodo que doblaba hacia la otra parte del cayo. Allí, en un pequeño promontorio que penetraba en el agua, se divisaba la silueta de una mujer con el rostro erguido al cielo. No se percató mi presencia continuó en una especie de ruego, seguramente a algún ser sobrenatural como si llevara a cabo un rito religioso.

¿Sería posible que ella sea la persona que me había estado ayudando  durante mi estancia en el cayo? ¿Una mujer?
  Vacilaba si hacerme notar o no. Terminé por irme y dejarla en su desconsuelo, o de alguna forma su consuelo. Buscaría la manera de comunicarme con ella.
-          “Le dejaré una nota”-pensé durante el trayecto hacía el vara en tierra
   Debo decir que dormí muy poco esa noche. Al  amanecer busqué en los alrededores del montecito de casuarina algo que me sirviera para escribir una nota. Cerca del diente perro encontré un pedazo de tabla, y con  una piedra terminada en punta escribí:
 “Anoche no quise interrumpirte, sé que me has ayudadazo, ¿por qué siempre desapareces?, ¿por qué no hablamos?  

 Salí, mi pierna ya se había repuesto y pude caminar con facilidad para  explorar la parte del bajizal donde se internaba el mangle. Aquel lugar me presagiaba alguna sorpresa, pensaba que en cualquier momento se me fuera a mostrar. Pero nada. Al regresar, ya casi al mediodía, encontré la respuesta a mi nota:

 “No quiero saber nada de los hombres, todos son unos criminales, no hay sociedad”                                                     
                                                                                                            La Solitaria.

 No estaba equivocado. Era quien me había ayudado en todo momento. Sentí una ganas tremenda de hallarla, aunque era evidente que ella no sentía lo mismo. ¿Cómo había llegado? Seguramente igual que yo. Y estaba sola, como indicaba la firma.
“La voy a encontrar”- me propuse

 Reflexionando sobre sus inesperadas e inexplicables visitas al vara en tierra sin que yo la descubriera, y a la vez que ninguna huella se hiciera evidente dentro del cayo me hizo suponer que su escondite tenía la ruta por el agua y vino a mi memoria-una vez más- el mangle que se internaba en el mar.
 Durante el recorrido de la mañana, no encontré allí ningún trillo o vereda en el manglar. ¿Por donde entonces podría estar su escondite?
 -“Esta mujer o vuela o camina por arriba de los palos”- exclamé.
  Mi subconsciente, como un relámpago, funcionó.
 -“Por arriba de los palos”-casi grité y salí disparado hacia la playa donde estaba el manglar.

Al cabo de un tiempo de búsqueda minuciosa, encontré las marcas de sus pasos por encima de los mangles.
 Resuelto a cualquier cosa, subí a los gajos y comencé a avanzar en dirección a las marcas dejadas. A los 50 metros, aproximadamente, el mar terminó, dando paso a una especie de arena fangosa que hay debajo de los manglares, y un poco mas adelante se acercaba un claro.
 Un pequeño  vara en tierra se levantaba.  Mis manos expiraban un sudor extraño, temblé una vez más durante mi estancia en el cayo, pero avancé.  Dentro había una nota:

 “Sabía que ibas a dar conmigo, he tomado  mis precauciones”
                                                                 La Solitaria


(Continuará…)


viernes, 26 de noviembre de 2010

Elegía Póstuma.

Efraín Otaño Gerardo

...las elegías póstumas nunca serán perfectas
Mientras haya que morir para ser célebres
Por culpa de alguien que vio la luz
Pero guardó silencio...

Manuel González Busto.

Cuando Hydael Faget Fierro dejó de existir, comenzó a faltarle un horcón al arte en Ciénaga de Zapata. Hubo un inmenso vacío en la copa del jagüey. Una de sus ramas más gruesas y frondosas se vino abajo. ¡Maldito tajazo el de la muerte! Con su agazapada presencia se llevó a su guarida de frialdad y secreto al madero noble y risueño de la casa a cuestas.

Para nosotros, los que tuvimos muchos años bregando junto a su camino de versos y metáforas,
Fue un duro golpe, para la cultura y el arte cenaguero una irreparable pérdida.
Recuerdo aquellos días de ensayos y puestas en escena, de giras y locuras. Nuestro abrazo de saludo era siempre el mismo, “Gordo chinchú”, le decíamos por sus peleas. ¡Cuánto deseáramos todos tus discípulos volver a esa “chinchonerías” que tanto te agradecemos! Porque en ellas iban tus palabras sabias y tus enseñanzas.

 ¿Qué podemos decir Juanito Bouza, Maikel, Tania, Maria Luisa, Tamara, y otros muchos, entre los que me cuentote lo que te debemos?
¿Qué podrán decir los niños que tanto amaste, enseñaste y a los que dedicaste tu libro de fábulas?
¿Qué podrán decir tus amigos todos de Korimakao?
Simplemente que no estábamos preparados para perderte, hermano. Que te fuiste sin siquiera avisarnos...que nos dejaste tu obra, inconclusa, pero gigante. Que te recordaremos siempre, en cada puesta, en cada libro, en cada verso...
Espéranos Hydael, seguiremos contigo en el más allá, haciendo el arte bueno que tanto defendías.
Sacacuero, Emiliano, Hans Cristian Handersen, Don Quijote y muchos otros personajes se fueron contigo; Laura, Palpitica y la ciudad, Fábulas en la Ciénaga de Zapata e incontables páginas inéditas se quedan para honrar tu nombre.
Gracias, Hydael, por ponerle brillo a la esperanza, por enseñarnos a caminar en el escenario, por trasmitirnos tus versos, por tanto amor guardado en tu corazón.

Me queda dejarte esta canción, tu canción, que la dulce voz de Gimia Calvo la hizo vibrar en tu tierra de Jagüey Grande en el Festival “Lázaro Reyes”, otro grande como tú.

Soñador de mañanas azules

Quijote del horizonte
Soñador de las mañanas
Por irte sin decir nada
Se puso a llorar el monte.
Madero de risa noble
En que florecen los sueños
Fuiste a buscar los secretos
En las sombras de la noche.
La muerte pintó de negro
A un escenario de flor
Para abrazar en su lecho
Bruscamente al soñador...
Y dijo adiós Sacacuero
Con su jabuco de amor.
Don Quijote del Jagüey
Más verde de los abrazos
Has esculpido tus pasos
en el alma del batey.
Entre las olas, tu voz
Llega en salobre recuerdo
Hasta que en las brumas pierdo
Tu imagen diciendo adiós.
Soñador, oh soñador
Las lágrimas encendidas
Ruedan desde la espesura
Para hacerle tachaduras
Al sendero de la vida.
Ahora serás la silueta
De pluma, escenario y verso
Y tú rastro de poeta
Será un libro en el recuerdo
Y partirás soñador
Cada mañana en tu cuerpo
Un sacacuero del tiempo
Con su jabuco de amor.




¿Carbón de Festival otra vez?






 Por Yoslavi Jiménez Piñeiro.


Cada año, el Festival del Carbón en Ciénaga de Zapata, reúne en el mes de noviembre a habitantes del territorio y a otros que desde municipios cercanos llegan para disfrutar de las opciones. Del 19 al 21 celebraron los tres Consejos Populares: Cayo Ramona, Playa Girón y Playa Larga.
El historiador del municipio, Julio Amorín Ponce ofrece detalles sobre estas festividades. Comienza indicando que representan un símbolo o una tipicidad del terruño, que duraban una semana donde se exaltaba la labor de carboneros y pescadores.
 
¿Cómo surge el Festival del Carbón?

“Surgen en el año 1962; pero hay un antecedente. Fue una verbena desarrollada entre los días cinco y seis de diciembre de 1959, la hicieron jagüeyenses y cienagueros para colectar finanzas con el objetivo de comprar aviones para la defensa del país. La Ciénaga como siempre ha sido patriótica contribuyó con la compra de esos aviones. A esa verbena la llamaron “De la Ciénaga nacen alas”. Precisamente alas de los aviones que después nos defenderían. Nació patriótico el Festival del Carbón.

En el año 1960 la mente preclara de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro se volcó hacia la cultura. En lo que es hoy el Hotel Habana Libre, en aquel entonces Habana Hilton, se instruyeron  a los primeros instructores de arte del país. En 1961, después de la invasión por Playa Girón llegan a la Ciénaga de Zapata. Es en 1962 que surge el Festival del Carbón, una idea de la fiel enamorada de este Humedal: Celia Sánchez Manduley”.




Algunas personas declaran sentir nostalgia por el Festival del Carbón. Aseguran que no es el mismo de antes. ¿Qué opina usted?

“Al hablar de Festival del Carbón hoy, no estaríamos honrando a Celia Sánchez; no estaríamos honrado a la cultura del cieno, la cultura nuestra, la que nos tipifica. Estas festividades son “candongas africanas cubanizadas” y siempre se exaltó la labor de carboneros y pescadores. Tú podías participar en una competencia de llenado de sacos de carbón, en otra donde veías al que más leña cargaba al hombro; podías disfrutar de la selección de la flor y los pétalos, las muchachas más bellas del Humedal; podías sentarte tranquilito a compartir con tu pareja en un cabaret o ir a la playa a participar de los encuentros recreativos.
La situación cambió. Hoy solo encuentras unos pocos carritos para los niños, mucha cerveza y la presentación de agrupaciones provinciales y nacionales. !Ah!, y el Korimakao, ese es nuestro. Creo es tiempo de rescatar tradiciones en la Ciénaga de Zapata”.

¿Cómo podemos rescatar tradiciones en el territorio?

“Hace falta trabajo, corazón y deseos. Está demostrado que el pueblo respalda y apoya el Festival del Carbón. Podemos hacer mucho con el personal que tenemos en la Dirección de Cultura, con los Promotores Culturales, Instructores de Artes en las Esbu y Escuelas Primarias. Nos queda mucho camino.
¿Quién nos puede negar rescatar tradiciones en la Ciénaga de Zapata?”

Los más viejos y los que no lo son tanto recuerdan los bellos momentos ya pasados. Recuerdan, recuerdan, recuerdan...
Y realmente “recordar es volver a vivir”; pero del recuerdo no se vive. Ahora agradecemos y festejamos con alegría pero aquellos que sí tuvieron la dicha de ser partícipes de estas festividades, aunque ya no las sienten como tal.
En Ciénaga de Zapata ya no se hace carbón como antes. Debemos rescatar tradiciones y volver a vivir etapas únicas o de lo contrario buscar otro nombre. Pudiera ser Carnavales Cenagueros.
¡Claro!, el camino a elegir no debe ser el más corto sino el más pedregoso pero que nos haga sentir orgullosos de la esencia de este Humedal.








miércoles, 24 de noviembre de 2010

El cayo de los misterios



Efraín Otaño Gerardo


A Tomasito Moreira, por su afición a la pesca… a pesar de los vientos,

A “Pepe” Ríos y “Pepe” Pico (los dos Pepes),
por sus conocimientos de marinería,

a todos los pescadores de la Ciénaga de Zapata

Capitulo II

EN BUSCA DE LO DESCONOCIDO


Desperté con bríos nuevos y con ánimos de levantarme. Quería salir al exterior y ver al menos las características del lugar  en que me encontraba. Me apoyé a un tronco que había cerca de la hamaca que muy a gusto me servía de cama y cuál no sería mi asombro al ver sobre él una jícara  de coco llena de una especie de infusión, miré en dirección a la puerta de entrada y no divisé nada. Recuerdo que hice una mueca de duda y tomé a grandes sorbos aquel delicioso líquido que me hizo experimentar una agradable sensación en el paladar.
Ruidos provenientes de la parte de afuera me hicieron reaccionar. Salí lo más rápido que pude con la fe de descubrir al misterioso personaje que me ayudaba tan discretamente, pero la novedad provenía de una iguana de regular tamaño, que levantada en sus cuatro patas, trataba de alcanzar un gajo de mangle rojo que crecía frente al vara en tierra . Sonreí, solo las había visto en fotografías  o por la televisión. Me miró y le fue familiar la presencia de un ser humano, porque siguió en su faena como si no me advirtiera.


Dejé a un lado la iguana. Fue entonces que vislumbré el hermoso paisaje que se levantaba a mí alrededor: una gran explanada de dientes de perros desgatados por el efecto de las olas daban la sensación de estar viendo una pista de aterrizaje. A su lado izquierdo crecían innumerables variedades de plantas; mangles de distintos tipos: yana, patabán, mangle negro y el ya mencionado rojo y otros arbustos que crecen en las zonas pantanosas, y al final una cantidad considerable de casuarinas, que con el batir del viento, creaban un apacible murmullo.
Algunas aves de diferentes especies permanecían posadas sobre la explanada haciendo caso omiso a mi paso por el lugar. Comencé entonces a preocuparme, tanto la iguana, como las aves, notaron que un extraño se movía cerca de ellos y sin embargo no se asustaron. Eso podía tener dos explicaciones: la primera; no le temían a los seres humanos porque les era familiar alguien que nos les hiciera daño (cosa poco probable en estos parajes) o segunda; nadie había puesto los pies en aquel lugar.  
Observé todo lo que me fue capaz, y por las características de la vegetación y accidentes de la costa, similares a las oídas por los pescadores, deduje, que un por ciento elevado de veracidad, debía encontrarme en uno de los cayos del sur del golfo de Cazones.
Pero cuál, ¿hacia dónde me había arrastrado la marejada?, ¿qué pasó con mis compañeros? Por segunda vez pensé en ellos. La última ocasión que los vi, fue segundos antes del choque de nuestra embarcación.
Comprendí que la realidad era otra, me encontraba solo en vaya a saber Dios qué lugar, aún con grandes dolores en todo el cuerpo y sin otro recurso que no fuera yo mismo.
Caminé sin rumbo fijo por la orilla de la costa, con gran dificultad, porque una de mis piernas estaba visiblemente hinchada. El mar estaba en quietud total. Se notaba un extenso bajizal que suponía la presencia de corales y diferentes especies marinas que habitan esos lugares. Las aves se levantaban perezosamente a mi paso; algunas de ellas, pelícanos y alcatraces fueron a posarse en las aguas de la playa.


Por el lugar donde crecían las casuarinas, me pareció ver un bulto blanco corriendo entre las hierbas altas. Apuré mis pasos, pero en un recodo lleno de mangles-que crecían mar adentro- no vi nada más que no fuera éste, perderse de vista.
 Caminar por aquel lado se me hizo imposible, el mangle se internaba treinta o cuarenta metros dentro de un agua de arenas fangosas que me resultaron impenetrables debido a mi estado convaleciente de salud. Sentía mucha sed y decidí regresar para saciarla.
-“No he tomado agua en todo este tiempo-pensé- o al menos que yo recuerde”
 La distancia que separaba el montecito de casuarinas del rancho era de unos  quinientos metros, relativamente cerca, pero por  mi pierna descompuesta, el andar se volvía engorroso.
Debía ser aproximadamente las diez de la mañana cuando llegué al vara en tierra. No encontré en él ningún recipiente con agua potable, pero sí otra cosa.
Di un respingo al ver una nota, escrita sobre la paleta de una penca de coco y supuestamente con un carbón o tizón de madera quemada. Decía:

“no se moleste en llamar a ningún bote o barco que pase cerca, no vendrán. Al cayo de los misterios nadie llega, y si alguien lo hace, no regresa”

  Es de imaginar lo que se siente cuando algo así le sucede a un ser  humano acostumbrado a ver, que cosas como esas, solo pasan en películas o algo por el estilo. Las aventuras de corsarios y piratas en pleno siglo XXI era un buen tema para un largometraje Holliwodense, pero inadmisible para que sea real, y teniendo como protagonista al administrador de una escuela primaria.
El efecto producido por la nota se rompió con el retumbar lejano de un motor. Salí más que aprisa para mirar el horizonte. No divisé absolutamente nada, me di cuenta que el sonido provenía del lado opuesto al que yo me encontraba.
Caminé en sentido contrario al recorrido anterior, y con mucha más dificultad, el dolor en la pierna arreciaba. Atravesé una pequeña sabana de hierbas finas que crecían sobre un terreno arenoso-fangoso, doblé por una diminuta punta que se adentraba en el mar y pude ver la otra parte del cayo.
Una excelente playa se divisaba por el litoral que se perdía en el extremo donde estaba el manglar que estuve horas antes. Pude así darle un orden a mis conjeturas: se trataba efectivamente de un cayo. No podía ver desde allí todos los detalles de la costa, pero si me llevé la impresión de que la islilla en cuestión tendría unos ochocientos metros por el lado del vara en tierra y alrededor de un kilómetro por esta otra parte. De ancho no alcanzaba más de quinientos metros.
Ningún barco o bote de motor se veía mar adentro. Regresé pensando en la misteriosa nota.

(Continuará…)