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sábado, 15 de febrero de 2014


La hoguera de mis sueños


Por Efraín Otaño Gerardo

Cuando comencé mis atrevidas incursiones en el teatro -en serio-, allá por el ya casi lejano 1995, siembre anhelé interpretar un personaje que en aquel entonces solo era un sueño: el Sacacueros, de una obra escrita por el dramaturgo cubano Saúl Roger, y dirigida y actuada en dicho personaje por el destacado actor cubano Manuel Porto, Director del CAC Korimakao, de la Ciénaga de Zapata, al sur de Matanzas, Cuba.

En aquel entonces trabajé el personaje de Trabanca, amigo, dentro de la obra, del ya mencionado Sacacueros. Pero mi sueño era algún día poder encarnar al viejo carbonero de la Ciénaga de Zapata, que entre otros conflictos llevaba consigo la pena de haber perdido la mujer amada y negarle un hijo que había tenido con ella, 18 años atrás. Sacacueros era un personaje ideal para medir la capacidad histriónica de un actor, hecho a la medida para Porto, que aquellos días estaba en lo más alto de la palestra actoral en Cuba. Trabajar junto a él en el escenario me dieron confianza, pero terror a la vez.

Habían muchas razones por las que Sacacueros me fascinaba: su sabiduría natural de la vida, su lenguaje lleno de matices y fortaleza dramática, su sensibilidad humana, su amor por los demás...

Sabía que era sumamente difícil hacer el personaje, por eso quería hacerlo.

Pasó el tiempo. Mi vida se llenó de situaciones inesperadas.  Estuve casi 8 años de lugar en lugar haciendo mis diferentes personajes, entre los que se encuentra Juan Candela, del cuento "EL CUENTERO" de Onelio Jorge Cardoso, llamado por nosotros los cubanos, el cuentero mayor, del cual guardo un grato recuerdo porque me divertía mucho haciéndolo. Trás la muerte de Hydael Faget, también actor y amigo, que después de Porto interpretó el personaje de Sacacueros, se dejó de poner La hoguera dentro del repertorio de Korimakao. Y yo por un tiempo vi lejano mis sueños.

Después, a partir de 2003, comenzaron mis andanzas al frente de Cultura del municipio y después en otras responsabilidades gubernamentales y un poco que olvidé el calor de la hoguera y las pasiones del escenario. 

Pero el viejo Sacacueros seguía rondando mis adentros. Sus frases, sus aspiraciones, sus sentencias y profecías: "Al final será lo que tenga que ser", decía el carbonero de mis entrañas.
 Y fue.
 En el 2011, regresé al Korimakao y al mundo de las tablas. y el 2012 sería el 20 aniversario de la primera puesta en escena de La Hoguera. Había pasado ya 20 años de mi primer encuentro con Sacacueros. Llegó la oportunidad, me propusieron hacer el personaje para la puesta en escena que celebraría la fecha. Para mí era, independientemente de un reto de marca mayor, la consumación de un sueño, la oportunidad de medir mis posibilidades como actor. Tenía la intención de al menos, hacerlo digno.

Para los primeros korimakaos, oír de Porto, después de concluida una puesta en escena la palabra: GRACIAS, era un mensaje de que estaba complacido de la actuación y para nosotros era muy importante escuchar su valoración, pues conocíamos de su experiencia en el escena cubana.

Me preparé como nunca. Estudié cada bocadillo, hice mía su manera de decir, hacer, caminar, de sentir. Fueron muchas noches de  desvelo. Ayuda de muchos compañeros, concejos del director de la puesta, consejos del propio Porto, interrelación con los demás actores...

Llegó el día. Nerviosismo lógico. Espera desmedida. Comienzo. Rizas de la primera escena. Íbamos ganando. Error entre actos a mitad de la puesta. Resolvimos el asunto Greisy (Lucía en la obra) y yo al continuar sin que el público lo notara, fueron terribles aquellos segundos. Después vendrían otros contratiempos pero fueron resueltos a la medida que pasaba la obra. Final. Aplausos. Porto que sube al escenario. Tensión en mi interior.
 
 Caracterización del personaje, la transformación fue un buen trabajo de maquillaje.(esta es una foto mía actual y la otra de como quedó Sacacueros)
 
Retrospectiva en mi mente de todos los años entregados al ideal de Korimakao, Faget entre mis lágrimas, Pedroso, María Luisa y Tania, el Chala, Yosbani, Esbel, Juanito Odisio e Ileana Chávez, Misael y Alejandro Porto, Juanito y Tamara Bouzas, Lily y Yasser, Florecita, Amaury Lorenzo, Pepo, Maykel Betancourt, Yordi, Moralito y Morales, Yondra, Martell, y muchos otros que no caben en este blog, por su corazón unos, por su entrega la mayoría, por su sacrificio todos...

Ya no veía. Lloraba como algo inconsolable, porque era mi última puesta, no volvería a las tablas, ya lo había decidido sin decirlo. Mi sueño hecho, mis andanzas tiradas por la borda.

- !Gracias Efraín!- escuché entre mis gemidos la voz de Porto.

Sabía lo que significaba ese Gracias, todos los korimakaos lo saben. por eso hoy, 1 año después de aquel día, siento el eco en mis oídos de aquellas palabras y me siento en paz conmigo mismo, con Sacacueros, con sus enseñanzas, con Faget, con Korimakao y con Porto y sobre todo con mi familia, que tanto me ayudó en todos esos años.


sábado, 1 de febrero de 2014


 
ZAPATEANDO

Por Efraín Otaño Gerardo


Zapateando” es un verbo con varias acepciones,
pero con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos a utilizarlo con un nuevo significado,
en este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos juntos, con ayuda de la imaginación
a través de la Ciénaga de Zapata
en busca de sus misterios y de sus encantos
para desenterrar el secreto de las piedras.


García, el poeta.


Hay tiempo que no me veo
En el cristal del espejo,
Porque sé que soy un viejo
Canoso, arrugado y feo.
Pero me queda el deseo
De volver a aquel placer,
Por eso quiero saber
Porque ya estoy confundido:
¿Adónde se habrán metido
Los buenos ratos de ayer?

(García, en vísperas de su 99 cumpleaños.)


Yo nací en el año tre’
Según cuenta la inscripción,
Natural de Bolondrón
Y lo demás, no lo sé.
Más tarde me bauticé,
-me dieron agua salobre-
Y las campanas de cobre
Repicaron un momento,
Dándome el presentimiento
Que iba a ser poeta y pobre.

Así reza esta legendaria décima de Gregorio Duque, para todos en la Ciénaga de Zapata, García, el poeta. Pero realmente el nació el 17 de noviembre de 1902, según aseguran sus familiares.

Desapolillando algunos registros de antaño encuentro mis apuntes sobre este maravilloso ser. Fue precisamente en ocasión de su natalicio número cien, el 17 de noviembre de 2002, que su familia me invitó a la festividad que se haría para agasajarlo. Acudí gustoso con el doble propósito de estar en la inauguración de su casa como Hogar Cucalambé, distinción esta, ganada por su obra creadora, y con la idea de recoger en vida, sus relatos.

Padecía de sordera avanzada y se me hizo difícil la comunicación directamente con él, por lo que me apuntalé en Mabel, su hija y en Ramona, su eterna esposa. Quedé impresionado de la rica trayectoria poética de este longevo del humedal. Ojalá que mis escasos recursos literarios no atenten contra el cúmulo de méritos, historias, leyendas y poesía con que cuenta García en todo el bregar por su vida de bohemio y cantor de nuestro folclor campesino.

Lo veía como un júcaro, fuerte y frondoso sobreviviendo en medio del pantano. Me pregunté por cuántas calamidades tuvo que pasar este hombre en los tiempos en que decidió venir para la Ciénaga a ganarse la vida haciendo carbón. Ni él mismo recuerda cuándo fue el día, pero si lo agradece cuando en sus décimas dice:

Hoy yo recuerdo que un día
Bajo un recio temporal
Me presenté en un central
Que muy poco conocía,
Pero una guagua salía
Completamente barata
Por dos pesetas de plata
En la playa me dejó
Donde allí me recogió
La Ciénaga de Zapata.

Cuando del campo salía
Con la guataca en el hombro
Con el alma hecha un escombro
Nadie me favorecía,
Ningún pudiente venía
A hacerme la vida grata
Ni a ofrecerme una contrata
Para ganar la comida,
Y tú me diste la vida
Mi Ciénaga de Zapata.

Cuando en el llano no había
Donde bajar la cabeza
Y el obrero, con certeza,
Si almorzaba no comía,
Caminaba y no tenía
Donde conseguir la plata
Ni hacerme la vida grata,
Nadie por mi casa vino,
Tú si me abriste el camino
Mi Ciénaga de Zapata.


La poesía a Gregorio le entró por la piel y por la sangre. Cuentan que su tío y su madre fueron los encargados de trasmitirle ese don del repentismo y la poesía:

(…)
Mamá era bruta al hablar
Y por no saber leer
Nunca se desarrolló,
Era bruta igual que yo
Porque hablaba de este modo
Por decir: tengo de todo
Decía tengo de to’.

Desde entonces le viene el verso octosílabo con la voz del alma y del corazón. Esto lo demuestra una de sus más antiguas décimas:

Desde mi más tierna eda’
Me enredé con el trabajo,
Con un salario muy bajo
Según mi capacida’.
Tuve la necesida’
De ganarme unas pesetas
Y entre bueyes y carretas
Me pasaba todo el día
Sin pensar que yo tenía
Inclinación de poeta.

Me gusta recalcar, en cada uno de estos trabajos dedicados a poetas que hicieron leyenda en el humedal, que ellos poseían o poseen en su mayoría un bajo nivel cultural o casi nulo, por lo que no tengo como distinción significativa los posibles errores técnicos que se puedan encontrar en la décima, sino el valor de la obra en sí.

Una vez instalado en la Ciénaga de Zapata y lejos de su natal Bolondrón, Gregorio Duque comenzó a conocerse dentro del mundo de la poesía con el seudónimo de García, el poeta, quizás porque García es más fácil rimar que Duque o por compararse jocosamente con el popular poeta pinareño Celestino García. Lo cierto es que en cuanto convite, canturía o guateque en los que participaba Gregorio, era respetado por su espontaneidad y galantería hacia las damas, atrayendo más de un corazón femenino. Con elocuencia y altanería se plantaba con la firmeza de un roble y la bondad de un soplillo ante los concurrentes que vibraban al escuchar sus tonadas al compás del laúd y el aguardiente de aquellos tiempos. No por gusto era un caballero de la décima improvisada y verdadero rey con la corona de poeta.

Este primer siglo de vida lo celebra en Soplillar y es ocasión propicia para que le broten del alma algunas inspiraciones llenas de nostalgia, indudablemente debido a heridas que le ha dejado el tiempo vivido:

Aquí, cuando el claro día
Se oculta en el horizonte
De negro se viste el monte
Y es todo melancolía.
La luna pálida y fría
Baña los verdes palmares,
Las aves buscan lugares
Donde ocultarse en su nido
Y yo me lanzo rendido
Al sueño de los pesares.

El recuerdo de este sencillo, pero admirable hombre, no cabe en un libro de mil páginas, por lo que me resulta complicado resumir en apenas algunas, el extraordinario mundo que representa esta enciclopedia humana y no correr el riesgo de omitir cosas o poner otras de más.

García era casi analfabeto, sin embargo, sus palabras brotaban del diccionario del tiempo pasado. Por eso al hablar de la época antes del triunfo Revolucionario en la Ciénaga de Zapata, su expresión fue convincente:

  • ¡Pa’ su madre, yo no quiero acordarme de aquello!

Le hace señas a Mabel, que me ha servido de comunicadora, le dice algo al oído. Ella entra al cuarto y regresa con un papel amarillento y casi gastado por los dobleces. Lee:

Aquel rústico colchón
Hecho de junco y masío,
Yace en el suelo sombrío
Convertido en pudrición,
Por la misma dirección
Siguiendo derecho el trillo:
Un hoyo entre dos soplillos
Ya cubierto de maleza
Donde cayó de cabeza
El isleño Tomasillo.

Del rancho queda un horcón
Que por ser madera dura
Hasta el momento perdura
Como una recordación,
Los dos hierros del fogón
sobre del suelo” alineados
Como dos viejos soldados
Que custodian un castillo,
Atentos, mirando el trillo
Por donde se fue el pasado.

Posiblemente sea esta, una de las décimas donde el poeta pone al desnudo su desprecio por los gobiernos de turno antes de 1959 y el deseo de tachar lo que pudiera agrietarle cicatrices y transferirle sinsabores vividos.

Toda una institución dentro de las tradiciones campesinas dentro del gran humedal sureño, cuenta en su haber premios y menciones en diferentes concursos de poesía, pero sin duda, el premio mayor fue haber nombrado “hogar Cucalambé” a su casa, en reconocimiento a su loable labor en el verso improvisado.

García, junto a nuestro gran poeta Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí


García, el poeta; a cien años de su nacimiento, conserva su lucidez y sigue viviendo encerrado entre ocho sílabas.

  • Lo mismo le hago una décima a un perro que a un aura tiñosa, que al vecino de la esquina que fue engañado por su mujer- me dice mientras me río de sus ocurrencias, pero Mabel, eficiente, me entrega un papel y efectivamente:

La tiñosa hace su nido
En el fondo de un barranco,
El pichón le nace blanco,
Tiñoso, descolorido.
Allí vive sometido
A comer lo que le cuadre,
Y la misteriosa madre
No le da la liberta’
Hasta que el pichón no está
Tan negro como su padre.

La lechuza, que es pollera,
Sale a cazar cuando hay frío
Y dispara unos chilli’os
Que horrorizan a cualquiera,
Ellas buscan la manera
de salir siempre de prima
y con mucha disciplina
se esconden entre las matas
y se llevan en las patas
un pollo o una gallina.

Me quedo esperando la décima al vecino engañado, pero Mabel, con malicia me comenta:

  • No le hagas caso, él es así. Fíjate que escribió una décima para cuando se muera- y sin darme tiempo a reaccionar lee:

Una blanca mariposa
Por ser la flor nacional,
Es el recuerdo ideal
Que he de llevar a mi losa,
No quiero lirio ni rosa
Ni llanto en mi cabecera,
Solo una cruz de madera
De caoba o de varía
Con las iniciales mías
Y la fecha en que yo muera.


Digo para mis adentros “¿Quién fuera como él?” y en ese mismo instante, por coincidencias de la vida que nadie puede explicar, comienza la ronda de poetas que participaban de la canturía por motivo de la celebración y es Enrique Vázquez Ravelo, conocido poeta jagüeyense, devenido cenaguero de alma, quien me contesta con su primera redondilla:

Para ser como García,
Mezcla de tabaco y ron,
Hay que hacerle, de carbón
Un traje a la poesía
(…)


Nada, que hay hombres que no debieran morir nunca o por lo menos ponerlos en el lugar que debieron vivir alguna vez.



 
ZAPATEANDO

Por Efraín Otaño Gerardo


Zapateando” es un verbo con varias acepciones,
pero con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos a utilizarlo con un nuevo significado,
en este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos juntos, con ayuda de la imaginación
a través de la Ciénaga de Zapata
en busca de sus misterios y de sus encantos
para desenterrar el secreto de las piedras.

Pepe Coto, tras las huellas de una tonada
A Flora, por el ejemplo de su amor…

(…)
Estos versos dejo escrito
En páginas de la historia
Y conserves la memoria
De Pepe Coto, el viejito.


(Pepe, en una décima a su sobrina Anita,
en vísperas de su cumpleaños, fragmento)


Tengo ante mí al foto der un hombre que cumplió en el 2012, una centuria de su nacimiento y treinta y seis de su muerte. Sus rasgos se notan entristecidos, pero a pesar de sus sufrimientos, ese no era su carácter.

Quizás en el momento de la foto estaba pensando en los tiempos en que en la Ciénaga, sucumbían los niños por deshidratación, parasitismo y falta de atención médica o por la pobreza de que eran objeto los cenagueros de entonces. Así perdió Pepe a su primer hijo de veintidós meses.
Sin embargo, a pesar de todo eso Pepe era un hombre muy jodedor. Me cuenta Flora Cobas, su eterna esposa:


  • Era el mejor de los padres- los ojos le brillan por el asomo de algunas lágrimas producido por el lejano recuerdo y prosigue ahora con más ánimo- conocí a Pepe allá por el año cuarenta y ocho, y por casualidad, mire usted. Estaba yo en casa de mi hermana Mamillo, cuando aquello vivíamos en Molina, después de Soplillar, y entra él y me dice: “Flora yo quisiera decirle algo si usted me lo permite”. Y sin que le diera respuesta alguna me soltó a boca de jarro:

Flora yo quisiera darte
Estas notas musicales,
Ramón le dijo a Corrales
Que debía conquistarte,
Creo que quieren casarte
Con el galleguito Antón
No agotes tu situación,
Piensa bien amiga mía
Que tú alcanzas todavía
Un hombre bueno y de acción.


Yo no me refiero a mí,
Pero si indicarte quiero
Si piensas en compañero
Ando cerca por aquí,
Flora yo te veo a ti
Como un astro que ilumina
Y si tú te determinas
Que se cumplan mis promesas,
Flora mucho me interesa
En visitar a Molina


  • Desde ese día me di cuenta que me casaría con un poeta- me asegura con orgullo, Flora.
Releo la décima y pregunto por su nivel escolar.

  • Analfabeto- me responde Flora
Las cosas que enloquecen del arte de versar. Pienso en cuánta sabiduría incrustada en su alma, en las palabras que suelen brotar desde lo más profundo de un poeta, salvando, por supuesto cualquier error técnico en la construcción de la obra campestre, me refiero a cualquier rima forzada, singular con plural, medida del verso, etcétera, que pueda producir variadas polémicas entre los técnicos del género. Les aseguro que mi única intención es reproducir las décimas que entre familiares y amigos hemos logrado recopilar tal y como las hizo y pensó el poeta en cada ocasión, para de cierta manera homenajear a aquellos que defendieron a verso limpio, con tesón y amor la tradición campesina. Y ese es el caso de Pepe Coto.

  • Pepe cortaba caña en tiempos de zafra en la finca Cafetalito, cerca de Agramonte y en tiempo muerto venía con todas nosotras pa’ la Ciénaga- me cuenta Flora y al ver que me quedo esperando más me explica con su mirada fija en las memorias- eso fue por los años cincuenta, inicialmente tuvimos a Victoria, que por suerte no le pasó lo que al primero, que era varón, después vino Marta y Librada, con las tres teníamos que cargar de un la’o pa’ otro, aunque la mayor parte del tiempo la pasábamos aquí a’entro.

Reviso los papeles amarillentos que contienen sus escritos y encuentro una décima que me evita la necesaria pregunta sobre el lugar específico de su residencia.


Jagüey Grande y la bahía
De Cochino y Soplillar,
Dirección particular
Que te brindo en poesía:
José Coto y García
Mi dirección es sencilla,
Es provincia de Las Villas (4)
Y decirlo es necesario,
La Caleta del Rosario,
En la finca Lagunilla.

En la finca Lagunilla,
La Caleta del Rosario,
Que al decirlo es necesario
En provincia de las Villas,
Mi dirección es sencilla:
García Coto José,
Soplillar, como se ve
La bahía de Cochinos,
Jagüey Grande, campesino,
Mi dirección al revés.

La ocurrencia en estas décimas me hace penetrar en un mundo inevitable para el repentismo: el humor. En muchas de sus obras se ponían de manifiesto el sarcasmo y la tirantez que caracterizan a las canturías y guateques, pero me aseguran sus conocidos de parranda que nunca llegó a ofender a nadie en sus improvisaciones ni fue vulgar delante de mujeres o personas que no conociera. Una muestra de su jocosidad en la improvisación, y con la única intención de hacer reír es la siguiente composición:


Por allá por Jiquí
Vive una muchachita,
Salió un día de visita,
Casualmente yo la vi.
Cuando me iba de allí,
En mi mente se refleja
Que si ella no se acoteja
En su modo de pasear
Se le nota al caminar
Las nalgas muy disparejas.

O la vez que llegaba de cazar cangrejos, le improvisó en pleno portal de la casa de Pancho Bouza (5), al escapársele a este un cangrejo un tanto pequeño:


Aunque mi vida es completa
Porque siempre la acotejo,
Hoy Pancho agarró un cangrejo
Grande como una peseta…

Pepe Coto fue el plantero del batey en aquellos tiempos en que la luz eléctrica solo era por seis horas (de 6 de la tarde y hasta las 12 de la noche) y nosotros, los muchachos de entonces la emprendíamos con él cuando a las doce de la noche en punto, ni un minuto más, apagaba aquella planta que botaba, creo, más aceite del que consumía haciendo un ruido que penetraba en cada casa de aquellos tiempos y que al concluir su función se oía un silencio asombrante, momento este donde la plaga y la oscuridad se adueñaban de nuestra existencia. Pero sabíamos que no era su culpa, que solo cumplía orientaciones.

Hay un hecho curioso en la vida de Pepe Coto, y es que a pesar de haber sido analfabeto, poseía una inteligencia natural envidiable. Por ejemplo, los más “aprendidos” lo mandaban a buscar para que midiera los pies de madera que debían ir hacia el aserrío; y de política también conocía su poco, era comunista natural, es decir sin conocer doctrina alguna tenía ideas muy bien definidas y eso lo demuestra en su poesía, incluso antes del triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.

Le dieron muerte a Menéndez
Por sentirse comunista,
Pero lo que está la vista
Hasta un bobo lo comprende,
Este trovador se ofende
Al ver esta situación:
Que no tienen compasión
Con este pueblo cubano
Y es muy rico, ciudadano
Estar “guinda’o al jamón”

Después de la Revolución, al tener la oportunidad de pronunciar libremente su forma de pensar, acompañado siempre de su tres, solía cantarle a Fidel y sus partidarios:


¡Viva la Revolución,
Vivan los libertadores,
Vivan los trabajadores
De mi cubana nación!
Pero no tendrán perdón
Esos canallas malvados,
Unos que eran de Machado,
Otros que son de Batista,
Por la fuerza fidelista
Todos fueron castigados.

De igual forma, y manifestando su carácter jovial y jaranero, fundía en sus décimas el humos y los sentimientos patrios.

Romero, la pesquería
mucho le gusta, en Venero,
junto con su compañero
para pasar un buen día,
atravesando la fría
agua de por la mañana,
allí, metido en la yana
con trucha o con camarón,
y a mí la Revolución
me gusta porque es cubana.

O atacando en sus poesías a los que comentaban en contra de la obra revolucionaria:

El buen revolucionario,
Aunque no tenga manteca
Se come la harina seca
Y no hace comentario,
No va por el vecindario
Diciendo que no comemos,
Y al poco rato lo vemos
Sentado frente a un mantel,
Por eso estoy con Fidel,
¡Patria o muerte, venceremos!

Una de las muestras más elocuentes del pensamiento político de pepe Coto, se pone de manifiesto en el testimonio de Gisela, su hija menor, consagrada por muchos años al frente de la organización femenina cubana, la FMC, en el municipio Ciénaga de Zapata:

  • Mi mamá estuvo una vez al borde de la muerte, y mi padre, que nunca votaba a favor de ningún partido (Liberal o Conservador), fue a ver a un político de Jagüey Grande y le pidió ayuda para atender a mami en el médico a cambio de sus votos. El político lo ayudó y pagó la operación de la apendicitis, que era en definitiva lo que mami tenía. Después papi se metió a cortar leña en el corte de Las vacas, que era cerca de los cayos Diego Pérez, bien intrincado en la ciénaga, hasta que se acabaron las elecciones y evitar darle la cara al político y claro, también procurarle los votos, “si no voto por el partido ortodoxo, no voto”, le dijo a mami con su temperamento característico.

Después del triunfo fidelista del primero de enero, se estableció en la Ciénaga de Zapata para siempre, ya no regresó más a la finca Cafetalito para cortar caña. En agosto del mismo 59, hizo un ranchito con la ayuda de sus parientes en Pálpite. Ahí crió, a golpe de hachazo y malas noches velando el horno de carbón, a sus cuatro hijas, siempre deseando la llegada de un hijo varón que nunca vino.
Cantó en cada rincón donde hubiese una canturía o guateque. Muchos recuerdan su décima dedicada a los barbudos bajados de la Sierra Maestra:

Yo le tuve que poner
Marta Fernández a la harina,
Si alguno me tiene inquina
Que me manden a prender,
Ahora ya tengo a Fidel
A Camilo, al Che Guevara,
Cuando el golpe a santa Clara
Batista cogió el baúl,
Porque pensó que Raúl
Iba directo al Moncada.

Ya en la última etapa de su vida trabajó como plantero como ya hemos revelado. Y así, cantando sus poesías, trabajando siempre por el bienestar de sus hijas, vivió y murió José Coto García, Pepe Coto, para todos sus conocidos. Lo hizo casi en medio del olvido, sin que nadie tuviera en cuenta su talento creador en el arte de la improvisación, ni sus condiciones ideológicas para militar el Partido que tanto defendía.
El 2 de octubre de 1976, una penosa enfermedad respiratoria, privó la vida de uno de los más afamados poetas de la zona occidental de Zapata en la década del 60. Sus hijas lo recuerdan como era: trabajador, sincero, padre ejemplar.



ZAPATEANDO


Por Efraín Otaño Gerardo


Zapateando” es un verbo con varias acepciones,
pero con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos a utilizarlo con un nuevo significado,
en este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos juntos, con ayuda de la imaginación
a través de la Ciénaga de Zapata
en busca de sus misterios y de sus encantos
para desenterrar el secreto de las piedras.

Arrojo en contra del olvido

A Odalys,
Por soportar el tecleo constante de la computadora,
y por el café a buena hora.


Aquí donde los jagüeyes
-albergue de los sinsontes-
Dominan los altos montes
cubiertos de curujeyes,
donde crecen los copeyes
envueltos en jimirú,
do el esbelto manajú
y otros árboles se mecen,
hay bellezas que merecen
quien las cante como tú.

Juan Cristóbal Nápoles Fajardo
El Cucalambé


Estoy aquí, existo, en la respiración de la noche, en esos cometas ardiendo en las alas del tiempo, como un primitivo creador, sin sentir los miedos rondar en mis adentros. Quiero borrar la pesadilla del sueño que se disemina en el claro oscuro del aliento. Para poder seguir, para llegar.
Estoy aquí, con el hambre natural de mis encierros, con la lógica manquedad de estar en medio de una fracción de mundo inexplorado del pantano, pero dispuesto a asumir los riesgos.
Estoy aquí, determinado para ser decretado por las razones antes que se marche el tren de la locura, como una mezcla de perfección y arrebato incontrolable.
Ahora que me he alejado a pasos presurosos y obligado, hacia ese limbo que algunos insisten en llamar madurez, me he preocupado, valiéndome de la pluma, de recapacitar desde mi percepción, sobre dudas del hombre mismo y su destino.
Llámese testimonio, crónica, relato, entrevista, reportaje o como se entienda, solo pretendo que descubran en ellos, un espíritu realista y honesto, donde la principal motivación es la sublimidad de su temática, en la que se reflejan las preocupaciones del hombre con sus virtudes y faltas.
Las propuestas que aquí se exhiben, llevan como contenido el resultado de una existencia espiritual, formada por una cultura heredada de mis antepasados recientes, y la de una identidad construida y arropada con bases sólidamente establecidas en esta tierra de luz.

Teniendo en cuenta la diversidad de temas y de personas que se exponen en esta sección, doy por sentado que habrá discrepancias en cuestiones de interpretación y aplicación de conceptos, no me molesta si así sucediera, todo lo contrario. El objetivo de mis letras se verá enriquecido. Con solo pensar en ello, nos beneficiaríamos todos en aras de la comprensión de nuestros problemas comunes, porque “lo literario no contradice lo cotidiano, sino que cada uno afirma y embellece al otro”.

Estoy aquí. Asumir el riesgo es de humanos, no asumirlo es cobardía, fantaseando que vivo más allá de mis catarsis, moviéndome en un espiral de inexactitudes en sus interiores y llegando, ardiente, a mis pies desvelados por el asma.
Estoy aquí, con mi vista fija en un sin límites de quimeras.
Es por eso que sueño con los tizones encendidos de un horno atravesando la Ciénaga toda y llevando mis signos a los que hoy viven con el privilegio de correr entre las flores del potrero, cazando grillos, con el delirio de la libertad y la satisfacción de guardar una canción bajo la almohada.
Es por eso también que no dejaré, mientras cuente con fuerzas para ello, que el fango se trague los recuerdos y vivencias de hombres que plegaron páginas gloriosas en mi terruño. Hombres sencillos, hombres de pueblo, hombres que llevan una estrella genuina de amor en sus pechos.
Hace ya tiempo, quizás más del que yo mismo pueda imaginar, me apasionó esta idea de zapatear la Ciénaga en busca de mis elegidos. Empezaré mis andanzas con personajes que se han destacado en las tradiciones campesinas, principalmente en esa forma de hacer poesía que se llama décima.
No sé, ahora que ya logro saber que una décima es una composición poética de diez versos octosílabos que riman entre ellos, si fue por causas del azar que penetré en su mundo o fue motivado por la primera vez que desperté bajo el sonido embriagante de un laúd que tocaba el difunto Macho Caballero –desgraciadamente, perdido talento del pantano- . “Macho” no conocía nada de música, pero sus partituras salían limpias y regocijantes del pentagrama del alma, hasta alcanzar su objetivo supremo: defender las tradiciones cenagueras.
La melodía de su encanto me despertaba, me rosaba el espíritu, descubría el crepúsculo. Es cierto, no soñaba, pero seguía con los ojos cerrados por el embrujo de la entrega y se mantenían insomnes mis locuras que como un tornado se arremolinaban en los quebrantos del tiempo.


Macho Caballero
En algún parque cantaban las luciérnagas y el calor de su rastro me horneaba la dermis del alma, la luz de su sangre acorazonada me envolvía. Tomé prestada la mano cortada de Cervantes para escribir la canción de la ternura y caminé deteniendo el tiempo.
Y en cierto lugar cantaban los poetas e imbuido en algún poder interior, me fui acercando –tímidamente primero y después con clara participación- a las canturías del barrio.
Así conocí a muchos vates que llenaban, de algún modo, el inmenso vacío de las tardes cansadas de la Ciénaga de Zapata.
Como he detenido el tiempo, recuerdo con esa misma ternura de la canción a Roberto Cruz, “el fiera”, otro que el viento arrastró su extensa obra de repentista natural. Roberto era de los que le gustaba hablar en poesía, ocurrente en su manera de versar, le dedicaba una décima en el momento, de “repente y ahora mismo”. Cuentan que cierta vez se tropezó con un cangrejo en el patio de su casa, algo muy natural en los meses de lluvia, y le cantó:


Animal tan contrahecho
Tan feo y con tantas patas,
Un caminar que arrebata
Y nunca parte derecho,
Tiene la boca en el pecho
Y una rara dentadura,
Quién tuviera la armadura
Que tiene este animalito
Que ni el jején ni el mosquito
Le pican la coyuntura.

O la vez que estando con Elito, un niño vecino, su perro vino hacia donde ellos estaban sentados y le dijo:

¿Tú ves este perro flaco
Que da grima hasta mirarlo?
Jutío”(1) quiere botarlo
El muy simplón y verraco.
Y la cuenta que yo saco
Es que me parezco al perro,
Estoy flaco, y el destierro
De la muerte me persigue
Y a este perro le sigue
Roberto Cruz al entierro.

(1)Jutío era el sobrenombre de uno de sus hijos.

Roberto Cruz

Roberto era así, un jodedor cubano, lastima se hayan perdido sus creaciones entre el humo del horno y las cortadera de los canales.

Hago un punto y aparte para hablar de José Ramón Otaño, “Virula”, como todos le conocían. La facilidad para hacer reír, siendo un estampero por excelencia, lo hacían en muchas ocasiones el centro de las veladas o guateques de aquellos tiempos. Los matices de su oratoria versada, lo convertían en un perfecto actor de la poesía, lograba monologar por varias horas seguidas sin repetir una sola de sus estampas. Por él conocí las décimas de Chanito Isidrón, de Justo Vega, de Chanchito Pereira, de Valiente y Naborí y de muchos otros que han hecho historia en Cuba; por él aprendí a “conversar” una estampa para que fuera más creíble, asumiendo diferentes personajes implícitos en la décima y así convencer al público más exigente. Guardo por tanto, un grato recuerdo de Virula.

Virula


Facundo era otra cosa. Posiblemente fue el consejero que nunca tuve de niño, aparte de mi madre. Él me guiaba como especia de ángel de la guarda, me orientaba lo más conveniente, su buen sentido del humor, su alegría perenne y contagiante, me hacían ver la vida de forma más amena. Creo que ni en los días cercanos a su muerte perdió la ternura y la magia de su sonrisa. Le gustaba mucho el ron, quizás su mayor fatalidad. Recuerdo una décima que expresaba:

Hay quien le da por cantar
Cuando está en su borrachera,
Otro se vuelve una fiera
Y hasta se quiere fajar,
A otro le da por bailar,
Otro por ser mentiroso,
Y yo por ser bondadoso,
Por ser bueno y complacer,
Me asegura mi mujer
Que me pongo cariñoso.

Y en esto de gustarle la décima no puedo dejar de mencionar a mi abuelo Félix. Debo decirles que mi abuelo, Facundo y Virula eran hermanos. Tal vez eran los puntos distantes y opuestos de un triángulo, unidos por líneas entre ellos, pero muy diferentes. Mi abuelo gozaba de un carácter bravucón, era su manera de ver las cosas: seriamente; a veces, demasiado seriamente. Facundo y Virula, el reverso de esa moneda, pero los tres unidos por la sangre y por el amor a la tradición cenaguera y campesina. Retengo en la memoria aquella décima de mi abuelo a Eva María, personaje de una canción famosa de la época, interpretada por Formula V, decía más o menos así:

Yo salí de romería
Por la playa de Girón
-donde llegó la invasión-
A echar una pesquería.
Cuando en el mar me metía
A pescar con la tarraya,
En la orilla de la playa
Vi sentada a una mujer
Con su maleta de piel
Y su bikini de ralla.

Cuando del mar yo salía
A su lado me acerqué
Entonces le pregunté:
¿Eres tú Eva María?
Me miraba y se reía,
Pero entonces recordé
Una canción que escuché
En la voz del hombre aquel
Diciendo: que voy a hacer
Si Eva María se fue.

En este intento de montear a todos aquellos que en Zapata hayan tenido inclinación por la espinela, debo pedirle comprensión a los técnicos, especialistas, críticos u otros en lo referido a la construcción de la obra misma. Estas son décimas hechas en su mayoría por personas de bajo nivel cultural y educacional, por lo que podrían aparecer rimas forzadas, singular con plural, rimas asonantes y otros errores. No es mi intención tallerear las creaciones de mis elegidos, sino reproducir y dar a conocer su labor, que lejos de ser una obra trascendental, es una poesía autóctona y popular, hecha a base de corazón y algo más, pero sin dejar de tener su cuota de estética.

Emprendamos pues este camino, juntos, zapateando desde Santo Tomás hasta Cocodrilo, desde Pálpite hasta La Ceiba e imaginemos las ocho sílabas que encierra la Ciénaga de Zapata, y que los sueños orienten mi rumbo hacia aquella estrella más allá del firmamento, mientras voy amontonando segundos de canciones en mi cuerpo para luchar por mis caprichos, a pesar de los fantasmas en una fracción de mundo inexplorado en medio del pantano. Para seguir aquí, con la vista fija en un sin límites de ilusiones.