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lunes, 28 de abril de 2014


 
ZAPATEANDO

Por Efraín Otaño Gerardo


Zapateando” es un verbo con varias acepciones,
pero con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos a utilizarlo con un nuevo significado,
en este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos juntos, con ayuda de la imaginación
a través de la Ciénaga de Zapata
en busca de sus misterios y de sus encantos
para desenterrar el secreto de las piedras.

Abel Quintana, el portero del Parnaso.
(…)
Salió a curar heridas,
Una alquimia dispersa y redentora
Le abanicaba el rastro
Y cierto temblor cutáneo de su cuerpo,
estrangulado a sílabas
Rasgó su corazón como un zarpazo.
(…)
Y si hablamos del amor no es otra cosa:
Desprendimiento, ubre de tibieza, latir en otro.
(…)

Héctor Celano,
Sol de polen”,
(fragmentos)


Yo fui un niño campesino
Tan amigo del sinsonte
Que en las entrañas del monte
Me dejó grabado un trino.
Unas ramas del camino
Fueron mi mejor juguete,
Y creí ver un arete
Brillante, cuando la luna
Se penetraba por una
Rendija del caballete.



Sigo siendo un campesino
Compañero del sinsonte,
Pero con otro horizonte
Abierto ante mí camino.
La proyección del Turquino
Borró mi desolación,
Y en una prolongación
Del pensamiento Martiano,
Cambió mi techo de guano
Por un techo de hormigón.


Abel Quintana, en su rincón campesino.


N
unca imaginó el pueblo cienfueguero de Palmira que iba a engendrar un poeta. Cuando en el distante 28 de mayo de 1943 nacía Abel Quintana, nadie se atrevió a presagiar su destino de ocho sílabas.

Más tarde, cuando con veinte años decidió venir a la Ciénaga de Zapata, a enseñar lo que sabía en la Escuela Técnica de Mar Victoria de Girón, ni él mismo pensaría en improvisar o escribir una cuarteta. Solo el deseo de llegar al Parnaso hizo posible el milagro.

En el año 1970 escribía su primera décima: “Nuestros campos”, sería ésta una especie de homenaje a su lugar de origen:


Pañoleta de esmeralda
Llena de naturaleza,
No se cansa la belleza
De acariciarte la espalda.
Cuando tu manto se escalda
Por la lumbre recibida,
Sobre la flora dormida
que simula estar inerte,
desaparece la muerte
para dar paso a la vida.

En el periodo otoñal
La campiña resplandece
Y cada planta parece
Un rosario vegetal.
Multiplican el panal
Las abejas laboriosas,
En tanto las mariposas
Con sus movimientos sabios
Besan con sutiles labios
Los pétalos de las rosas.

Cuando despunta la aurora
Más allá del lomerío,
Cada gota de rocío
Es una perla incolora.
Nos llega la voz sonora
del melodioso sinsonte
y entre los claros del monte
regalando su tesoro
parece un núcleo de oro
el sol en el horizonte.


Después vendría su participación en un concurso dedicado al aniversario de los CDR. Quintana era el presidente de su cuadra y curiosamente decide participar para cumplir con el plan de los trabajos que debía entregar al municipio. Cuál no sería su sorpresa al obtener el primer premio:

La Ciénaga de Zapata
Era un lugar apartado,
Totalmente abandonado
Según la historia relata.
Bajo una mano insensata
sobrevivió el cenaguero,
sin tener más derrotero
que el de su vida pasiva
y sin otra alternativa
que la de ser carbonero.

(…)

Pero el primero de enero
Triunfa la Revolución
Y a la tierra del carbón
Le alumbra un nuevo lucero.
Ya respira el cenaguero
Un aire más fresco y puro,
Porque al quebrantarse el muro
Que por siempre le oprimió,
Antes sus ojos, se abrió
El camino hacia el futuro.

(…)

Pero la noche de abril
Una cobarde invasión
Quiso por Playa Girón
Hollar la Patria viril.
Ante la actitud tan vil
Del agresor forastero,
El pueblo cubano entero
Pronto se movilizó
Y en cada batey se alzó
El brazo del cenaguero.

(…)

Desde aquella gran victoria
Por el mundo conocida
La Ciénaga está esculpida
En el mármol de la historia.
Por caminos de la gloria
Decididos marcharemos,
Y si a la lucha volvemos
Vibrará como en la Sierra
Nuestra consigna de guerra:
¡Patria o muerte! ¡Venceremos!

Ya después nadie lo pararía en el verso octosílabo. El entonces asesor literario de la Dirección Municipal de Cultura, Cándido Cantero, se interesó por él y lo convocó a seguir escribiendo y que también experimentara en la improvisación ya que observó sus condiciones vocales y musicales, así como la habilidad y rapidez en la construcción de la décima. No se equivocó el experto al comprobar, poco tiempo después, que la balanza se inclinaría por la improvisación, pero:

  • La década del ochenta fue muy prolífera en la actividad literaria- me cuenta Quintana- funcionaba un Taller literario llamado Pedro Otaño, en honor a un hombre que había promovido el arte de la décima escrita, se hacían concursos literarios y se contaba con una Revista mensual, Voz y Eco, que publicaba los trabajos más relevantes de la literatura municipal.

- ¿Y todo eso?- me arriesgo en preguntarle.

  • Desgraciadamente se ha perdido, aunque estamos tratando de recuperarlo.- lo instigo a seguir hablando y prosigue- se creó al casa de las Tradiciones en Pálpite, se celebran las Peñas Municipales mensualmente, funciona el taller literario Pepe Anca, aunque todavía con pocos miembros. Ahora no contamos con el sostén logístico para seguir editando un boletín literario que se hacía trimestral, se llamaba Ecos del Sitial, donde se promovía el quehacer de los miembros del taller y de otros creadores.
Rebusca en una caja que guarda con mucho celo y me enseña algunos de esos boletines. Entre ellos escojo una décima hecha por él, dedicada a un tema obligado para todo creador cenaguero: el carbonero.

Eterno madrugador
Con el tizne en cada poro,
Cuanta pureza y decoro
Hay en tu intensa labor.
Cuando un río de sudor
Baña tu constitución,
Y al horno, con decisión
El garabato le hundes,
Al instante te confundes
Con los tizos del carbón.

Después de mucho agasajo,
Para que tu arte reine,
Apilas, pasando el peine,
El fruto de tu trabajo.
Recorres de arriba abajo
La humeante y negra cortina
Y al cruzar de esquina a esquina
Existe la confusión:
Si es un leño de carbón
O es un hombre quien camina.

Realmente, el vuelo poético de estos versos, va cargado de sentimiento y corazón. Se lo hago saber y entonces rompe un poco la timidez y me confiesa algunos de sus misterios y secretos:

  • Yo he pasado por tantas desavenencias en la vida, que muchas veces las reflejo en mis versos, he sido incomprendido en un buen número de oportunidades, no he logrado lo que he querido hacer con la décima por falta del espacio requerido, porque las tradiciones campesinas gustan poco a la juventud, entonces se hace difícil enlazarlas en el quehacer cultural del municipio. En los últimos tiempos se ha logrado un avance, pero falta.
  • ¿Por qué la décima?
  • La décima me gusta por sus características, que la diferencian de las demás formas de versar, tiene su medida, su estructura, sus límites y eso hace que el poeta tenga que hacer las cosas como son y no como le parezca.

Lo dice con pasión, como cuando escribe:


El guajiro del batey
Sale a caminar orondo
Bajo el penacho redondo
De un sombrero de yarey,
Y el campesino de ley
Con alma de carretero,
Cruza camino y potrero
Partiendo la madrugada
Con la luna reflejada
En la copa del sombrero.

(…)

O cuando me comenta que la décima se está poniendo vieja. Lo miro sin comprender, ahonda entonces en su afirmación:

  • Se necesita sembrar la décima en los más jóvenes, inculcarles la improvisación y las tradiciones campesinas a los niños y para ello hace falta algo más que comprensión y apoyo, es imprescindible que exista sensibilidad entre todas las partes que se involucran en el proceso cultural, los decisores, los que tienen los recursos y por supuesto que existan los niños y jóvenes con aptitud para asumir este reto.
Lo comprendo. Se lo difícil que resulta emprender propósitos que se salgan de la rutina, que lleve consagración y entrega. Por eso prefiero cambiar el rumbo y le suelto:
  • ¿Si volvieras a nacer?

  • Volvería a ser poeta e improvisador, aunque cuando me vaya a la tumba cantaré allí con mi amigo Pepe Anca, con Pancho el burro, y con todos los que vayan llegando a la sepultura.- le pregunto si escoge los temas para improvisar o escribir sus décimas- no sé, a veces vienen solos, en ocasiones me los impongo y otros son por encargo, por ejemplo, como las que hice dedicada al día de la mujer, las titulé “A las flores de carne y hueso”:

Mujer, ternura y belleza
Que por el mundo se expande
Constituyes lo más grande
Que dio la naturaleza.
Eres fuente de riqueza
En el constante quehacer,
Y pobre, el que sin placer
Vive una vida terrible
Lejos de la inconfundible
Fragancia de la mujer.

Hay una mujer que choca
Con la historia cada día
porque a su hijo decía:
¡empínate que te toca!
Sin una mueca en la boca
Vibró su voz soberana,
Esa mujer fue Mariana
Quien con vientre de volcán
Le gestó más de un titán
A la bandera cubana.

Abel Quintana y Pepe Anca, otro conocido poeta cenaguero; fueron grandes amigos, tanto en las canturías como en la vida. Me arriesgo en tocarle el tema, lo siento emocionado y expresa con mucha exaltación:

  • Pepe Anca fue un gran ser humano, todavía hay quienes no creemos en su muerte, tan inesperada, por eso siempre estará presente en cada canturía y en cada letra que se escriba de la décima en la Ciénaga de Zapata y en nosotros- le explico que lo tengo entre mis elegidos para este camino que me he trazado de montear y zapatear por toda la Ciénaga en busca de personas que lo dan todo a cambio de casi nada y me lo agradece, me tiende otro de sus boletines en el que leo:


Pepe, sonriente o serio
Con su blanca guayabera,
Es un sol en la quimera
Tranquila del cementerio.
Su décima, sin misterio
Germina como una planta
Y su afinada garganta
Hija de guateque y rumba
Sale a través de la tumba
Y a la Ciénaga le canta.

(…)

Cada nuevo aniversario
De tu triste defunción
Es un rojo corazón
Latiendo en el calendario.
Con el fulgor necesario
te fuiste con la neblina,
pero tu voz que ilumina
todo el cenaguero ambiente
se mantendrá eternamente
en la Peña Campesina.
Me despido de Quintana. Quedo pensativo. Me doy cuenta que a veces nos quedamos al margen de las expectativas y pasamos a lo largo del camino sin quitar una piedra que nos impide el paso. Ojalá mis letras sirvan de horcón para sostener la décima campesina y pueda llegar a algún oído receptor que comprenda la importancia de defender estas tradiciones, que es resguardar en definitiva nuestra identidad. Seguiré monteando versos por esta Ciénaga nuestra, comprendo que solo he llegado a un recodo del pasaje, convencido que de ahora en adelante se hará más engorroso y difícil de recorrer, como todo soñador que aspira a llegar a la montaña sagrada que guarda misterios para que viva la poesía y la verdad del poeta y que tropieza a cada paso con la incomprensión y la mediocridad, con la oscuridad y las zancadillas, con la envidia y la mala fe.

Pero triunfará el amor, que en su casaca invencible resucitará de cada fracaso como manantial oculto en el alma de la bondad.