Mi lista de blogs

lunes, 28 de abril de 2014


 
ZAPATEANDO

Por Efraín Otaño Gerardo


Zapateando” es un verbo con varias acepciones,
pero con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos a utilizarlo con un nuevo significado,
en este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos juntos, con ayuda de la imaginación
a través de la Ciénaga de Zapata
en busca de sus misterios y de sus encantos
para desenterrar el secreto de las piedras.

Abel Quintana, el portero del Parnaso.
(…)
Salió a curar heridas,
Una alquimia dispersa y redentora
Le abanicaba el rastro
Y cierto temblor cutáneo de su cuerpo,
estrangulado a sílabas
Rasgó su corazón como un zarpazo.
(…)
Y si hablamos del amor no es otra cosa:
Desprendimiento, ubre de tibieza, latir en otro.
(…)

Héctor Celano,
Sol de polen”,
(fragmentos)


Yo fui un niño campesino
Tan amigo del sinsonte
Que en las entrañas del monte
Me dejó grabado un trino.
Unas ramas del camino
Fueron mi mejor juguete,
Y creí ver un arete
Brillante, cuando la luna
Se penetraba por una
Rendija del caballete.



Sigo siendo un campesino
Compañero del sinsonte,
Pero con otro horizonte
Abierto ante mí camino.
La proyección del Turquino
Borró mi desolación,
Y en una prolongación
Del pensamiento Martiano,
Cambió mi techo de guano
Por un techo de hormigón.


Abel Quintana, en su rincón campesino.


N
unca imaginó el pueblo cienfueguero de Palmira que iba a engendrar un poeta. Cuando en el distante 28 de mayo de 1943 nacía Abel Quintana, nadie se atrevió a presagiar su destino de ocho sílabas.

Más tarde, cuando con veinte años decidió venir a la Ciénaga de Zapata, a enseñar lo que sabía en la Escuela Técnica de Mar Victoria de Girón, ni él mismo pensaría en improvisar o escribir una cuarteta. Solo el deseo de llegar al Parnaso hizo posible el milagro.

En el año 1970 escribía su primera décima: “Nuestros campos”, sería ésta una especie de homenaje a su lugar de origen:


Pañoleta de esmeralda
Llena de naturaleza,
No se cansa la belleza
De acariciarte la espalda.
Cuando tu manto se escalda
Por la lumbre recibida,
Sobre la flora dormida
que simula estar inerte,
desaparece la muerte
para dar paso a la vida.

En el periodo otoñal
La campiña resplandece
Y cada planta parece
Un rosario vegetal.
Multiplican el panal
Las abejas laboriosas,
En tanto las mariposas
Con sus movimientos sabios
Besan con sutiles labios
Los pétalos de las rosas.

Cuando despunta la aurora
Más allá del lomerío,
Cada gota de rocío
Es una perla incolora.
Nos llega la voz sonora
del melodioso sinsonte
y entre los claros del monte
regalando su tesoro
parece un núcleo de oro
el sol en el horizonte.


Después vendría su participación en un concurso dedicado al aniversario de los CDR. Quintana era el presidente de su cuadra y curiosamente decide participar para cumplir con el plan de los trabajos que debía entregar al municipio. Cuál no sería su sorpresa al obtener el primer premio:

La Ciénaga de Zapata
Era un lugar apartado,
Totalmente abandonado
Según la historia relata.
Bajo una mano insensata
sobrevivió el cenaguero,
sin tener más derrotero
que el de su vida pasiva
y sin otra alternativa
que la de ser carbonero.

(…)

Pero el primero de enero
Triunfa la Revolución
Y a la tierra del carbón
Le alumbra un nuevo lucero.
Ya respira el cenaguero
Un aire más fresco y puro,
Porque al quebrantarse el muro
Que por siempre le oprimió,
Antes sus ojos, se abrió
El camino hacia el futuro.

(…)

Pero la noche de abril
Una cobarde invasión
Quiso por Playa Girón
Hollar la Patria viril.
Ante la actitud tan vil
Del agresor forastero,
El pueblo cubano entero
Pronto se movilizó
Y en cada batey se alzó
El brazo del cenaguero.

(…)

Desde aquella gran victoria
Por el mundo conocida
La Ciénaga está esculpida
En el mármol de la historia.
Por caminos de la gloria
Decididos marcharemos,
Y si a la lucha volvemos
Vibrará como en la Sierra
Nuestra consigna de guerra:
¡Patria o muerte! ¡Venceremos!

Ya después nadie lo pararía en el verso octosílabo. El entonces asesor literario de la Dirección Municipal de Cultura, Cándido Cantero, se interesó por él y lo convocó a seguir escribiendo y que también experimentara en la improvisación ya que observó sus condiciones vocales y musicales, así como la habilidad y rapidez en la construcción de la décima. No se equivocó el experto al comprobar, poco tiempo después, que la balanza se inclinaría por la improvisación, pero:

  • La década del ochenta fue muy prolífera en la actividad literaria- me cuenta Quintana- funcionaba un Taller literario llamado Pedro Otaño, en honor a un hombre que había promovido el arte de la décima escrita, se hacían concursos literarios y se contaba con una Revista mensual, Voz y Eco, que publicaba los trabajos más relevantes de la literatura municipal.

- ¿Y todo eso?- me arriesgo en preguntarle.

  • Desgraciadamente se ha perdido, aunque estamos tratando de recuperarlo.- lo instigo a seguir hablando y prosigue- se creó al casa de las Tradiciones en Pálpite, se celebran las Peñas Municipales mensualmente, funciona el taller literario Pepe Anca, aunque todavía con pocos miembros. Ahora no contamos con el sostén logístico para seguir editando un boletín literario que se hacía trimestral, se llamaba Ecos del Sitial, donde se promovía el quehacer de los miembros del taller y de otros creadores.
Rebusca en una caja que guarda con mucho celo y me enseña algunos de esos boletines. Entre ellos escojo una décima hecha por él, dedicada a un tema obligado para todo creador cenaguero: el carbonero.

Eterno madrugador
Con el tizne en cada poro,
Cuanta pureza y decoro
Hay en tu intensa labor.
Cuando un río de sudor
Baña tu constitución,
Y al horno, con decisión
El garabato le hundes,
Al instante te confundes
Con los tizos del carbón.

Después de mucho agasajo,
Para que tu arte reine,
Apilas, pasando el peine,
El fruto de tu trabajo.
Recorres de arriba abajo
La humeante y negra cortina
Y al cruzar de esquina a esquina
Existe la confusión:
Si es un leño de carbón
O es un hombre quien camina.

Realmente, el vuelo poético de estos versos, va cargado de sentimiento y corazón. Se lo hago saber y entonces rompe un poco la timidez y me confiesa algunos de sus misterios y secretos:

  • Yo he pasado por tantas desavenencias en la vida, que muchas veces las reflejo en mis versos, he sido incomprendido en un buen número de oportunidades, no he logrado lo que he querido hacer con la décima por falta del espacio requerido, porque las tradiciones campesinas gustan poco a la juventud, entonces se hace difícil enlazarlas en el quehacer cultural del municipio. En los últimos tiempos se ha logrado un avance, pero falta.
  • ¿Por qué la décima?
  • La décima me gusta por sus características, que la diferencian de las demás formas de versar, tiene su medida, su estructura, sus límites y eso hace que el poeta tenga que hacer las cosas como son y no como le parezca.

Lo dice con pasión, como cuando escribe:


El guajiro del batey
Sale a caminar orondo
Bajo el penacho redondo
De un sombrero de yarey,
Y el campesino de ley
Con alma de carretero,
Cruza camino y potrero
Partiendo la madrugada
Con la luna reflejada
En la copa del sombrero.

(…)

O cuando me comenta que la décima se está poniendo vieja. Lo miro sin comprender, ahonda entonces en su afirmación:

  • Se necesita sembrar la décima en los más jóvenes, inculcarles la improvisación y las tradiciones campesinas a los niños y para ello hace falta algo más que comprensión y apoyo, es imprescindible que exista sensibilidad entre todas las partes que se involucran en el proceso cultural, los decisores, los que tienen los recursos y por supuesto que existan los niños y jóvenes con aptitud para asumir este reto.
Lo comprendo. Se lo difícil que resulta emprender propósitos que se salgan de la rutina, que lleve consagración y entrega. Por eso prefiero cambiar el rumbo y le suelto:
  • ¿Si volvieras a nacer?

  • Volvería a ser poeta e improvisador, aunque cuando me vaya a la tumba cantaré allí con mi amigo Pepe Anca, con Pancho el burro, y con todos los que vayan llegando a la sepultura.- le pregunto si escoge los temas para improvisar o escribir sus décimas- no sé, a veces vienen solos, en ocasiones me los impongo y otros son por encargo, por ejemplo, como las que hice dedicada al día de la mujer, las titulé “A las flores de carne y hueso”:

Mujer, ternura y belleza
Que por el mundo se expande
Constituyes lo más grande
Que dio la naturaleza.
Eres fuente de riqueza
En el constante quehacer,
Y pobre, el que sin placer
Vive una vida terrible
Lejos de la inconfundible
Fragancia de la mujer.

Hay una mujer que choca
Con la historia cada día
porque a su hijo decía:
¡empínate que te toca!
Sin una mueca en la boca
Vibró su voz soberana,
Esa mujer fue Mariana
Quien con vientre de volcán
Le gestó más de un titán
A la bandera cubana.

Abel Quintana y Pepe Anca, otro conocido poeta cenaguero; fueron grandes amigos, tanto en las canturías como en la vida. Me arriesgo en tocarle el tema, lo siento emocionado y expresa con mucha exaltación:

  • Pepe Anca fue un gran ser humano, todavía hay quienes no creemos en su muerte, tan inesperada, por eso siempre estará presente en cada canturía y en cada letra que se escriba de la décima en la Ciénaga de Zapata y en nosotros- le explico que lo tengo entre mis elegidos para este camino que me he trazado de montear y zapatear por toda la Ciénaga en busca de personas que lo dan todo a cambio de casi nada y me lo agradece, me tiende otro de sus boletines en el que leo:


Pepe, sonriente o serio
Con su blanca guayabera,
Es un sol en la quimera
Tranquila del cementerio.
Su décima, sin misterio
Germina como una planta
Y su afinada garganta
Hija de guateque y rumba
Sale a través de la tumba
Y a la Ciénaga le canta.

(…)

Cada nuevo aniversario
De tu triste defunción
Es un rojo corazón
Latiendo en el calendario.
Con el fulgor necesario
te fuiste con la neblina,
pero tu voz que ilumina
todo el cenaguero ambiente
se mantendrá eternamente
en la Peña Campesina.
Me despido de Quintana. Quedo pensativo. Me doy cuenta que a veces nos quedamos al margen de las expectativas y pasamos a lo largo del camino sin quitar una piedra que nos impide el paso. Ojalá mis letras sirvan de horcón para sostener la décima campesina y pueda llegar a algún oído receptor que comprenda la importancia de defender estas tradiciones, que es resguardar en definitiva nuestra identidad. Seguiré monteando versos por esta Ciénaga nuestra, comprendo que solo he llegado a un recodo del pasaje, convencido que de ahora en adelante se hará más engorroso y difícil de recorrer, como todo soñador que aspira a llegar a la montaña sagrada que guarda misterios para que viva la poesía y la verdad del poeta y que tropieza a cada paso con la incomprensión y la mediocridad, con la oscuridad y las zancadillas, con la envidia y la mala fe.

Pero triunfará el amor, que en su casaca invencible resucitará de cada fracaso como manantial oculto en el alma de la bondad.



sábado, 15 de febrero de 2014


La hoguera de mis sueños


Por Efraín Otaño Gerardo

Cuando comencé mis atrevidas incursiones en el teatro -en serio-, allá por el ya casi lejano 1995, siembre anhelé interpretar un personaje que en aquel entonces solo era un sueño: el Sacacueros, de una obra escrita por el dramaturgo cubano Saúl Roger, y dirigida y actuada en dicho personaje por el destacado actor cubano Manuel Porto, Director del CAC Korimakao, de la Ciénaga de Zapata, al sur de Matanzas, Cuba.

En aquel entonces trabajé el personaje de Trabanca, amigo, dentro de la obra, del ya mencionado Sacacueros. Pero mi sueño era algún día poder encarnar al viejo carbonero de la Ciénaga de Zapata, que entre otros conflictos llevaba consigo la pena de haber perdido la mujer amada y negarle un hijo que había tenido con ella, 18 años atrás. Sacacueros era un personaje ideal para medir la capacidad histriónica de un actor, hecho a la medida para Porto, que aquellos días estaba en lo más alto de la palestra actoral en Cuba. Trabajar junto a él en el escenario me dieron confianza, pero terror a la vez.

Habían muchas razones por las que Sacacueros me fascinaba: su sabiduría natural de la vida, su lenguaje lleno de matices y fortaleza dramática, su sensibilidad humana, su amor por los demás...

Sabía que era sumamente difícil hacer el personaje, por eso quería hacerlo.

Pasó el tiempo. Mi vida se llenó de situaciones inesperadas.  Estuve casi 8 años de lugar en lugar haciendo mis diferentes personajes, entre los que se encuentra Juan Candela, del cuento "EL CUENTERO" de Onelio Jorge Cardoso, llamado por nosotros los cubanos, el cuentero mayor, del cual guardo un grato recuerdo porque me divertía mucho haciéndolo. Trás la muerte de Hydael Faget, también actor y amigo, que después de Porto interpretó el personaje de Sacacueros, se dejó de poner La hoguera dentro del repertorio de Korimakao. Y yo por un tiempo vi lejano mis sueños.

Después, a partir de 2003, comenzaron mis andanzas al frente de Cultura del municipio y después en otras responsabilidades gubernamentales y un poco que olvidé el calor de la hoguera y las pasiones del escenario. 

Pero el viejo Sacacueros seguía rondando mis adentros. Sus frases, sus aspiraciones, sus sentencias y profecías: "Al final será lo que tenga que ser", decía el carbonero de mis entrañas.
 Y fue.
 En el 2011, regresé al Korimakao y al mundo de las tablas. y el 2012 sería el 20 aniversario de la primera puesta en escena de La Hoguera. Había pasado ya 20 años de mi primer encuentro con Sacacueros. Llegó la oportunidad, me propusieron hacer el personaje para la puesta en escena que celebraría la fecha. Para mí era, independientemente de un reto de marca mayor, la consumación de un sueño, la oportunidad de medir mis posibilidades como actor. Tenía la intención de al menos, hacerlo digno.

Para los primeros korimakaos, oír de Porto, después de concluida una puesta en escena la palabra: GRACIAS, era un mensaje de que estaba complacido de la actuación y para nosotros era muy importante escuchar su valoración, pues conocíamos de su experiencia en el escena cubana.

Me preparé como nunca. Estudié cada bocadillo, hice mía su manera de decir, hacer, caminar, de sentir. Fueron muchas noches de  desvelo. Ayuda de muchos compañeros, concejos del director de la puesta, consejos del propio Porto, interrelación con los demás actores...

Llegó el día. Nerviosismo lógico. Espera desmedida. Comienzo. Rizas de la primera escena. Íbamos ganando. Error entre actos a mitad de la puesta. Resolvimos el asunto Greisy (Lucía en la obra) y yo al continuar sin que el público lo notara, fueron terribles aquellos segundos. Después vendrían otros contratiempos pero fueron resueltos a la medida que pasaba la obra. Final. Aplausos. Porto que sube al escenario. Tensión en mi interior.
 
 Caracterización del personaje, la transformación fue un buen trabajo de maquillaje.(esta es una foto mía actual y la otra de como quedó Sacacueros)
 
Retrospectiva en mi mente de todos los años entregados al ideal de Korimakao, Faget entre mis lágrimas, Pedroso, María Luisa y Tania, el Chala, Yosbani, Esbel, Juanito Odisio e Ileana Chávez, Misael y Alejandro Porto, Juanito y Tamara Bouzas, Lily y Yasser, Florecita, Amaury Lorenzo, Pepo, Maykel Betancourt, Yordi, Moralito y Morales, Yondra, Martell, y muchos otros que no caben en este blog, por su corazón unos, por su entrega la mayoría, por su sacrificio todos...

Ya no veía. Lloraba como algo inconsolable, porque era mi última puesta, no volvería a las tablas, ya lo había decidido sin decirlo. Mi sueño hecho, mis andanzas tiradas por la borda.

- !Gracias Efraín!- escuché entre mis gemidos la voz de Porto.

Sabía lo que significaba ese Gracias, todos los korimakaos lo saben. por eso hoy, 1 año después de aquel día, siento el eco en mis oídos de aquellas palabras y me siento en paz conmigo mismo, con Sacacueros, con sus enseñanzas, con Faget, con Korimakao y con Porto y sobre todo con mi familia, que tanto me ayudó en todos esos años.


sábado, 1 de febrero de 2014


 
ZAPATEANDO

Por Efraín Otaño Gerardo


Zapateando” es un verbo con varias acepciones,
pero con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos a utilizarlo con un nuevo significado,
en este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos juntos, con ayuda de la imaginación
a través de la Ciénaga de Zapata
en busca de sus misterios y de sus encantos
para desenterrar el secreto de las piedras.


García, el poeta.


Hay tiempo que no me veo
En el cristal del espejo,
Porque sé que soy un viejo
Canoso, arrugado y feo.
Pero me queda el deseo
De volver a aquel placer,
Por eso quiero saber
Porque ya estoy confundido:
¿Adónde se habrán metido
Los buenos ratos de ayer?

(García, en vísperas de su 99 cumpleaños.)


Yo nací en el año tre’
Según cuenta la inscripción,
Natural de Bolondrón
Y lo demás, no lo sé.
Más tarde me bauticé,
-me dieron agua salobre-
Y las campanas de cobre
Repicaron un momento,
Dándome el presentimiento
Que iba a ser poeta y pobre.

Así reza esta legendaria décima de Gregorio Duque, para todos en la Ciénaga de Zapata, García, el poeta. Pero realmente el nació el 17 de noviembre de 1902, según aseguran sus familiares.

Desapolillando algunos registros de antaño encuentro mis apuntes sobre este maravilloso ser. Fue precisamente en ocasión de su natalicio número cien, el 17 de noviembre de 2002, que su familia me invitó a la festividad que se haría para agasajarlo. Acudí gustoso con el doble propósito de estar en la inauguración de su casa como Hogar Cucalambé, distinción esta, ganada por su obra creadora, y con la idea de recoger en vida, sus relatos.

Padecía de sordera avanzada y se me hizo difícil la comunicación directamente con él, por lo que me apuntalé en Mabel, su hija y en Ramona, su eterna esposa. Quedé impresionado de la rica trayectoria poética de este longevo del humedal. Ojalá que mis escasos recursos literarios no atenten contra el cúmulo de méritos, historias, leyendas y poesía con que cuenta García en todo el bregar por su vida de bohemio y cantor de nuestro folclor campesino.

Lo veía como un júcaro, fuerte y frondoso sobreviviendo en medio del pantano. Me pregunté por cuántas calamidades tuvo que pasar este hombre en los tiempos en que decidió venir para la Ciénaga a ganarse la vida haciendo carbón. Ni él mismo recuerda cuándo fue el día, pero si lo agradece cuando en sus décimas dice:

Hoy yo recuerdo que un día
Bajo un recio temporal
Me presenté en un central
Que muy poco conocía,
Pero una guagua salía
Completamente barata
Por dos pesetas de plata
En la playa me dejó
Donde allí me recogió
La Ciénaga de Zapata.

Cuando del campo salía
Con la guataca en el hombro
Con el alma hecha un escombro
Nadie me favorecía,
Ningún pudiente venía
A hacerme la vida grata
Ni a ofrecerme una contrata
Para ganar la comida,
Y tú me diste la vida
Mi Ciénaga de Zapata.

Cuando en el llano no había
Donde bajar la cabeza
Y el obrero, con certeza,
Si almorzaba no comía,
Caminaba y no tenía
Donde conseguir la plata
Ni hacerme la vida grata,
Nadie por mi casa vino,
Tú si me abriste el camino
Mi Ciénaga de Zapata.


La poesía a Gregorio le entró por la piel y por la sangre. Cuentan que su tío y su madre fueron los encargados de trasmitirle ese don del repentismo y la poesía:

(…)
Mamá era bruta al hablar
Y por no saber leer
Nunca se desarrolló,
Era bruta igual que yo
Porque hablaba de este modo
Por decir: tengo de todo
Decía tengo de to’.

Desde entonces le viene el verso octosílabo con la voz del alma y del corazón. Esto lo demuestra una de sus más antiguas décimas:

Desde mi más tierna eda’
Me enredé con el trabajo,
Con un salario muy bajo
Según mi capacida’.
Tuve la necesida’
De ganarme unas pesetas
Y entre bueyes y carretas
Me pasaba todo el día
Sin pensar que yo tenía
Inclinación de poeta.

Me gusta recalcar, en cada uno de estos trabajos dedicados a poetas que hicieron leyenda en el humedal, que ellos poseían o poseen en su mayoría un bajo nivel cultural o casi nulo, por lo que no tengo como distinción significativa los posibles errores técnicos que se puedan encontrar en la décima, sino el valor de la obra en sí.

Una vez instalado en la Ciénaga de Zapata y lejos de su natal Bolondrón, Gregorio Duque comenzó a conocerse dentro del mundo de la poesía con el seudónimo de García, el poeta, quizás porque García es más fácil rimar que Duque o por compararse jocosamente con el popular poeta pinareño Celestino García. Lo cierto es que en cuanto convite, canturía o guateque en los que participaba Gregorio, era respetado por su espontaneidad y galantería hacia las damas, atrayendo más de un corazón femenino. Con elocuencia y altanería se plantaba con la firmeza de un roble y la bondad de un soplillo ante los concurrentes que vibraban al escuchar sus tonadas al compás del laúd y el aguardiente de aquellos tiempos. No por gusto era un caballero de la décima improvisada y verdadero rey con la corona de poeta.

Este primer siglo de vida lo celebra en Soplillar y es ocasión propicia para que le broten del alma algunas inspiraciones llenas de nostalgia, indudablemente debido a heridas que le ha dejado el tiempo vivido:

Aquí, cuando el claro día
Se oculta en el horizonte
De negro se viste el monte
Y es todo melancolía.
La luna pálida y fría
Baña los verdes palmares,
Las aves buscan lugares
Donde ocultarse en su nido
Y yo me lanzo rendido
Al sueño de los pesares.

El recuerdo de este sencillo, pero admirable hombre, no cabe en un libro de mil páginas, por lo que me resulta complicado resumir en apenas algunas, el extraordinario mundo que representa esta enciclopedia humana y no correr el riesgo de omitir cosas o poner otras de más.

García era casi analfabeto, sin embargo, sus palabras brotaban del diccionario del tiempo pasado. Por eso al hablar de la época antes del triunfo Revolucionario en la Ciénaga de Zapata, su expresión fue convincente:

  • ¡Pa’ su madre, yo no quiero acordarme de aquello!

Le hace señas a Mabel, que me ha servido de comunicadora, le dice algo al oído. Ella entra al cuarto y regresa con un papel amarillento y casi gastado por los dobleces. Lee:

Aquel rústico colchón
Hecho de junco y masío,
Yace en el suelo sombrío
Convertido en pudrición,
Por la misma dirección
Siguiendo derecho el trillo:
Un hoyo entre dos soplillos
Ya cubierto de maleza
Donde cayó de cabeza
El isleño Tomasillo.

Del rancho queda un horcón
Que por ser madera dura
Hasta el momento perdura
Como una recordación,
Los dos hierros del fogón
sobre del suelo” alineados
Como dos viejos soldados
Que custodian un castillo,
Atentos, mirando el trillo
Por donde se fue el pasado.

Posiblemente sea esta, una de las décimas donde el poeta pone al desnudo su desprecio por los gobiernos de turno antes de 1959 y el deseo de tachar lo que pudiera agrietarle cicatrices y transferirle sinsabores vividos.

Toda una institución dentro de las tradiciones campesinas dentro del gran humedal sureño, cuenta en su haber premios y menciones en diferentes concursos de poesía, pero sin duda, el premio mayor fue haber nombrado “hogar Cucalambé” a su casa, en reconocimiento a su loable labor en el verso improvisado.

García, junto a nuestro gran poeta Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí


García, el poeta; a cien años de su nacimiento, conserva su lucidez y sigue viviendo encerrado entre ocho sílabas.

  • Lo mismo le hago una décima a un perro que a un aura tiñosa, que al vecino de la esquina que fue engañado por su mujer- me dice mientras me río de sus ocurrencias, pero Mabel, eficiente, me entrega un papel y efectivamente:

La tiñosa hace su nido
En el fondo de un barranco,
El pichón le nace blanco,
Tiñoso, descolorido.
Allí vive sometido
A comer lo que le cuadre,
Y la misteriosa madre
No le da la liberta’
Hasta que el pichón no está
Tan negro como su padre.

La lechuza, que es pollera,
Sale a cazar cuando hay frío
Y dispara unos chilli’os
Que horrorizan a cualquiera,
Ellas buscan la manera
de salir siempre de prima
y con mucha disciplina
se esconden entre las matas
y se llevan en las patas
un pollo o una gallina.

Me quedo esperando la décima al vecino engañado, pero Mabel, con malicia me comenta:

  • No le hagas caso, él es así. Fíjate que escribió una décima para cuando se muera- y sin darme tiempo a reaccionar lee:

Una blanca mariposa
Por ser la flor nacional,
Es el recuerdo ideal
Que he de llevar a mi losa,
No quiero lirio ni rosa
Ni llanto en mi cabecera,
Solo una cruz de madera
De caoba o de varía
Con las iniciales mías
Y la fecha en que yo muera.


Digo para mis adentros “¿Quién fuera como él?” y en ese mismo instante, por coincidencias de la vida que nadie puede explicar, comienza la ronda de poetas que participaban de la canturía por motivo de la celebración y es Enrique Vázquez Ravelo, conocido poeta jagüeyense, devenido cenaguero de alma, quien me contesta con su primera redondilla:

Para ser como García,
Mezcla de tabaco y ron,
Hay que hacerle, de carbón
Un traje a la poesía
(…)


Nada, que hay hombres que no debieran morir nunca o por lo menos ponerlos en el lugar que debieron vivir alguna vez.



 
ZAPATEANDO

Por Efraín Otaño Gerardo


Zapateando” es un verbo con varias acepciones,
pero con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos a utilizarlo con un nuevo significado,
en este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos juntos, con ayuda de la imaginación
a través de la Ciénaga de Zapata
en busca de sus misterios y de sus encantos
para desenterrar el secreto de las piedras.

Pepe Coto, tras las huellas de una tonada
A Flora, por el ejemplo de su amor…

(…)
Estos versos dejo escrito
En páginas de la historia
Y conserves la memoria
De Pepe Coto, el viejito.


(Pepe, en una décima a su sobrina Anita,
en vísperas de su cumpleaños, fragmento)


Tengo ante mí al foto der un hombre que cumplió en el 2012, una centuria de su nacimiento y treinta y seis de su muerte. Sus rasgos se notan entristecidos, pero a pesar de sus sufrimientos, ese no era su carácter.

Quizás en el momento de la foto estaba pensando en los tiempos en que en la Ciénaga, sucumbían los niños por deshidratación, parasitismo y falta de atención médica o por la pobreza de que eran objeto los cenagueros de entonces. Así perdió Pepe a su primer hijo de veintidós meses.
Sin embargo, a pesar de todo eso Pepe era un hombre muy jodedor. Me cuenta Flora Cobas, su eterna esposa:


  • Era el mejor de los padres- los ojos le brillan por el asomo de algunas lágrimas producido por el lejano recuerdo y prosigue ahora con más ánimo- conocí a Pepe allá por el año cuarenta y ocho, y por casualidad, mire usted. Estaba yo en casa de mi hermana Mamillo, cuando aquello vivíamos en Molina, después de Soplillar, y entra él y me dice: “Flora yo quisiera decirle algo si usted me lo permite”. Y sin que le diera respuesta alguna me soltó a boca de jarro:

Flora yo quisiera darte
Estas notas musicales,
Ramón le dijo a Corrales
Que debía conquistarte,
Creo que quieren casarte
Con el galleguito Antón
No agotes tu situación,
Piensa bien amiga mía
Que tú alcanzas todavía
Un hombre bueno y de acción.


Yo no me refiero a mí,
Pero si indicarte quiero
Si piensas en compañero
Ando cerca por aquí,
Flora yo te veo a ti
Como un astro que ilumina
Y si tú te determinas
Que se cumplan mis promesas,
Flora mucho me interesa
En visitar a Molina


  • Desde ese día me di cuenta que me casaría con un poeta- me asegura con orgullo, Flora.
Releo la décima y pregunto por su nivel escolar.

  • Analfabeto- me responde Flora
Las cosas que enloquecen del arte de versar. Pienso en cuánta sabiduría incrustada en su alma, en las palabras que suelen brotar desde lo más profundo de un poeta, salvando, por supuesto cualquier error técnico en la construcción de la obra campestre, me refiero a cualquier rima forzada, singular con plural, medida del verso, etcétera, que pueda producir variadas polémicas entre los técnicos del género. Les aseguro que mi única intención es reproducir las décimas que entre familiares y amigos hemos logrado recopilar tal y como las hizo y pensó el poeta en cada ocasión, para de cierta manera homenajear a aquellos que defendieron a verso limpio, con tesón y amor la tradición campesina. Y ese es el caso de Pepe Coto.

  • Pepe cortaba caña en tiempos de zafra en la finca Cafetalito, cerca de Agramonte y en tiempo muerto venía con todas nosotras pa’ la Ciénaga- me cuenta Flora y al ver que me quedo esperando más me explica con su mirada fija en las memorias- eso fue por los años cincuenta, inicialmente tuvimos a Victoria, que por suerte no le pasó lo que al primero, que era varón, después vino Marta y Librada, con las tres teníamos que cargar de un la’o pa’ otro, aunque la mayor parte del tiempo la pasábamos aquí a’entro.

Reviso los papeles amarillentos que contienen sus escritos y encuentro una décima que me evita la necesaria pregunta sobre el lugar específico de su residencia.


Jagüey Grande y la bahía
De Cochino y Soplillar,
Dirección particular
Que te brindo en poesía:
José Coto y García
Mi dirección es sencilla,
Es provincia de Las Villas (4)
Y decirlo es necesario,
La Caleta del Rosario,
En la finca Lagunilla.

En la finca Lagunilla,
La Caleta del Rosario,
Que al decirlo es necesario
En provincia de las Villas,
Mi dirección es sencilla:
García Coto José,
Soplillar, como se ve
La bahía de Cochinos,
Jagüey Grande, campesino,
Mi dirección al revés.

La ocurrencia en estas décimas me hace penetrar en un mundo inevitable para el repentismo: el humor. En muchas de sus obras se ponían de manifiesto el sarcasmo y la tirantez que caracterizan a las canturías y guateques, pero me aseguran sus conocidos de parranda que nunca llegó a ofender a nadie en sus improvisaciones ni fue vulgar delante de mujeres o personas que no conociera. Una muestra de su jocosidad en la improvisación, y con la única intención de hacer reír es la siguiente composición:


Por allá por Jiquí
Vive una muchachita,
Salió un día de visita,
Casualmente yo la vi.
Cuando me iba de allí,
En mi mente se refleja
Que si ella no se acoteja
En su modo de pasear
Se le nota al caminar
Las nalgas muy disparejas.

O la vez que llegaba de cazar cangrejos, le improvisó en pleno portal de la casa de Pancho Bouza (5), al escapársele a este un cangrejo un tanto pequeño:


Aunque mi vida es completa
Porque siempre la acotejo,
Hoy Pancho agarró un cangrejo
Grande como una peseta…

Pepe Coto fue el plantero del batey en aquellos tiempos en que la luz eléctrica solo era por seis horas (de 6 de la tarde y hasta las 12 de la noche) y nosotros, los muchachos de entonces la emprendíamos con él cuando a las doce de la noche en punto, ni un minuto más, apagaba aquella planta que botaba, creo, más aceite del que consumía haciendo un ruido que penetraba en cada casa de aquellos tiempos y que al concluir su función se oía un silencio asombrante, momento este donde la plaga y la oscuridad se adueñaban de nuestra existencia. Pero sabíamos que no era su culpa, que solo cumplía orientaciones.

Hay un hecho curioso en la vida de Pepe Coto, y es que a pesar de haber sido analfabeto, poseía una inteligencia natural envidiable. Por ejemplo, los más “aprendidos” lo mandaban a buscar para que midiera los pies de madera que debían ir hacia el aserrío; y de política también conocía su poco, era comunista natural, es decir sin conocer doctrina alguna tenía ideas muy bien definidas y eso lo demuestra en su poesía, incluso antes del triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.

Le dieron muerte a Menéndez
Por sentirse comunista,
Pero lo que está la vista
Hasta un bobo lo comprende,
Este trovador se ofende
Al ver esta situación:
Que no tienen compasión
Con este pueblo cubano
Y es muy rico, ciudadano
Estar “guinda’o al jamón”

Después de la Revolución, al tener la oportunidad de pronunciar libremente su forma de pensar, acompañado siempre de su tres, solía cantarle a Fidel y sus partidarios:


¡Viva la Revolución,
Vivan los libertadores,
Vivan los trabajadores
De mi cubana nación!
Pero no tendrán perdón
Esos canallas malvados,
Unos que eran de Machado,
Otros que son de Batista,
Por la fuerza fidelista
Todos fueron castigados.

De igual forma, y manifestando su carácter jovial y jaranero, fundía en sus décimas el humos y los sentimientos patrios.

Romero, la pesquería
mucho le gusta, en Venero,
junto con su compañero
para pasar un buen día,
atravesando la fría
agua de por la mañana,
allí, metido en la yana
con trucha o con camarón,
y a mí la Revolución
me gusta porque es cubana.

O atacando en sus poesías a los que comentaban en contra de la obra revolucionaria:

El buen revolucionario,
Aunque no tenga manteca
Se come la harina seca
Y no hace comentario,
No va por el vecindario
Diciendo que no comemos,
Y al poco rato lo vemos
Sentado frente a un mantel,
Por eso estoy con Fidel,
¡Patria o muerte, venceremos!

Una de las muestras más elocuentes del pensamiento político de pepe Coto, se pone de manifiesto en el testimonio de Gisela, su hija menor, consagrada por muchos años al frente de la organización femenina cubana, la FMC, en el municipio Ciénaga de Zapata:

  • Mi mamá estuvo una vez al borde de la muerte, y mi padre, que nunca votaba a favor de ningún partido (Liberal o Conservador), fue a ver a un político de Jagüey Grande y le pidió ayuda para atender a mami en el médico a cambio de sus votos. El político lo ayudó y pagó la operación de la apendicitis, que era en definitiva lo que mami tenía. Después papi se metió a cortar leña en el corte de Las vacas, que era cerca de los cayos Diego Pérez, bien intrincado en la ciénaga, hasta que se acabaron las elecciones y evitar darle la cara al político y claro, también procurarle los votos, “si no voto por el partido ortodoxo, no voto”, le dijo a mami con su temperamento característico.

Después del triunfo fidelista del primero de enero, se estableció en la Ciénaga de Zapata para siempre, ya no regresó más a la finca Cafetalito para cortar caña. En agosto del mismo 59, hizo un ranchito con la ayuda de sus parientes en Pálpite. Ahí crió, a golpe de hachazo y malas noches velando el horno de carbón, a sus cuatro hijas, siempre deseando la llegada de un hijo varón que nunca vino.
Cantó en cada rincón donde hubiese una canturía o guateque. Muchos recuerdan su décima dedicada a los barbudos bajados de la Sierra Maestra:

Yo le tuve que poner
Marta Fernández a la harina,
Si alguno me tiene inquina
Que me manden a prender,
Ahora ya tengo a Fidel
A Camilo, al Che Guevara,
Cuando el golpe a santa Clara
Batista cogió el baúl,
Porque pensó que Raúl
Iba directo al Moncada.

Ya en la última etapa de su vida trabajó como plantero como ya hemos revelado. Y así, cantando sus poesías, trabajando siempre por el bienestar de sus hijas, vivió y murió José Coto García, Pepe Coto, para todos sus conocidos. Lo hizo casi en medio del olvido, sin que nadie tuviera en cuenta su talento creador en el arte de la improvisación, ni sus condiciones ideológicas para militar el Partido que tanto defendía.
El 2 de octubre de 1976, una penosa enfermedad respiratoria, privó la vida de uno de los más afamados poetas de la zona occidental de Zapata en la década del 60. Sus hijas lo recuerdan como era: trabajador, sincero, padre ejemplar.