ZAPATEANDO
Por Efraín
Otaño Gerardo
“Zapateando”
es un verbo con varias acepciones,
pero
con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos
a utilizarlo con un nuevo significado,
en
este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos
juntos, con ayuda de la imaginación
a
través de la Ciénaga de Zapata
en
busca de sus misterios y de sus encantos
para
desenterrar el secreto de las piedras.
Abel
Quintana, el portero del Parnaso.
(…)
Salió
a curar heridas,
Una
alquimia dispersa y redentora
Le
abanicaba el rastro
Y
cierto temblor cutáneo de su cuerpo,
estrangulado
a sílabas
Rasgó
su corazón como un zarpazo.
(…)
Y
si hablamos del amor no es otra cosa:
Desprendimiento,
ubre de tibieza, latir en otro.
(…)
Héctor
Celano,
“Sol
de polen”,
(fragmentos)
Yo
fui un niño campesino
Tan
amigo del sinsonte
Que
en las entrañas del monte
Me
dejó grabado un trino.
Unas
ramas del camino
Fueron
mi mejor juguete,
Y
creí ver un arete
Brillante,
cuando la luna
Se
penetraba por una
Rendija
del caballete.
Sigo
siendo un campesino
Compañero
del sinsonte,
Pero
con otro horizonte
Abierto
ante mí camino.
La
proyección del Turquino
Borró
mi desolación,
Y
en una prolongación
Del
pensamiento Martiano,
Cambió
mi techo de guano
Por
un techo de hormigón.
Abel
Quintana, en
su rincón campesino.
N
unca
imaginó el pueblo cienfueguero de Palmira que iba a engendrar un
poeta. Cuando en el distante 28 de mayo de 1943 nacía Abel
Quintana, nadie se atrevió a presagiar su destino de ocho sílabas.
Más
tarde, cuando con veinte años decidió venir a la Ciénaga de
Zapata, a enseñar lo que sabía en la Escuela Técnica de Mar
Victoria de Girón, ni él mismo pensaría en improvisar o escribir
una cuarteta. Solo el deseo de llegar al Parnaso hizo posible el
milagro.
En
el año 1970 escribía su primera décima: “Nuestros
campos”,
sería ésta una especie de homenaje a su lugar de origen:
Pañoleta
de esmeralda
Llena
de naturaleza,
No
se cansa la belleza
De
acariciarte la espalda.
Cuando
tu manto se escalda
Por
la lumbre recibida,
Sobre
la flora dormida
que
simula estar inerte,
desaparece
la muerte
para
dar paso a la vida.
En
el periodo otoñal
La
campiña resplandece
Y
cada planta parece
Un
rosario vegetal.
Multiplican
el panal
Las
abejas laboriosas,
En
tanto las mariposas
Con
sus movimientos sabios
Besan
con sutiles labios
Los
pétalos de las rosas.
Cuando
despunta la aurora
Más
allá del lomerío,
Cada
gota de rocío
Es
una perla incolora.
Nos
llega la voz sonora
del
melodioso sinsonte
y
entre los claros del monte
regalando
su tesoro
parece
un núcleo de oro
el
sol en el horizonte.
Después
vendría su participación en un concurso dedicado al aniversario de
los CDR. Quintana era el presidente de su cuadra y curiosamente
decide participar para cumplir con el plan de los trabajos que debía
entregar al municipio. Cuál no sería su sorpresa al obtener el
primer premio:
La
Ciénaga de Zapata
Era
un lugar apartado,
Totalmente
abandonado
Según
la historia relata.
Bajo
una mano insensata
sobrevivió
el cenaguero,
sin
tener más derrotero
que
el de su vida pasiva
y
sin otra alternativa
que
la de ser carbonero.
(…)
Pero
el primero de enero
Triunfa
la Revolución
Y
a la tierra del carbón
Le
alumbra un nuevo lucero.
Ya
respira el cenaguero
Un
aire más fresco y puro,
Porque
al quebrantarse el muro
Que
por siempre le oprimió,
Antes
sus ojos, se abrió
El
camino hacia el futuro.
(…)
Pero
la noche de abril
Una
cobarde invasión
Quiso
por Playa Girón
Hollar
la Patria viril.
Ante
la actitud tan vil
Del
agresor forastero,
El
pueblo cubano entero
Pronto
se movilizó
Y
en cada batey se alzó
El
brazo del cenaguero.
(…)
Desde
aquella gran victoria
Por
el mundo conocida
La
Ciénaga está esculpida
En
el mármol de la historia.
Por
caminos de la gloria
Decididos
marcharemos,
Y
si a la lucha volvemos
Vibrará
como en la Sierra
Nuestra
consigna de guerra:
¡Patria
o muerte! ¡Venceremos!
Ya
después nadie lo pararía en el verso octosílabo. El entonces
asesor literario de la Dirección Municipal de Cultura, Cándido
Cantero, se interesó por él y lo convocó a seguir escribiendo y
que también experimentara en la improvisación ya que observó sus
condiciones vocales y musicales, así como la habilidad y rapidez en
la construcción de la décima. No se equivocó el experto al
comprobar, poco tiempo después, que la balanza se inclinaría por la
improvisación, pero:
- La década del ochenta fue muy prolífera en la actividad literaria- me cuenta Quintana- funcionaba un Taller literario llamado Pedro Otaño, en honor a un hombre que había promovido el arte de la décima escrita, se hacían concursos literarios y se contaba con una Revista mensual, Voz y Eco, que publicaba los trabajos más relevantes de la literatura municipal.
-
¿Y todo
eso?- me arriesgo en preguntarle.
- Desgraciadamente se ha perdido, aunque estamos tratando de recuperarlo.- lo instigo a seguir hablando y prosigue- se creó al casa de las Tradiciones en Pálpite, se celebran las Peñas Municipales mensualmente, funciona el taller literario Pepe Anca, aunque todavía con pocos miembros. Ahora no contamos con el sostén logístico para seguir editando un boletín literario que se hacía trimestral, se llamaba Ecos del Sitial, donde se promovía el quehacer de los miembros del taller y de otros creadores.
Rebusca
en una caja que guarda con mucho celo y me enseña algunos de esos
boletines. Entre ellos escojo una décima hecha por él, dedicada a
un tema obligado para todo creador cenaguero: el carbonero.
Eterno
madrugador
Con
el tizne en cada poro,
Cuanta
pureza y decoro
Hay
en tu intensa labor.
Cuando
un río de sudor
Baña
tu constitución,
Y
al horno, con decisión
El
garabato le hundes,
Al
instante te confundes
Con
los tizos del carbón.
Después
de mucho agasajo,
Para
que tu arte reine,
Apilas,
pasando el peine,
El
fruto de tu trabajo.
Recorres
de arriba abajo
La
humeante y negra cortina
Y
al cruzar de esquina a esquina
Existe
la confusión:
Si
es un leño de carbón
O
es un hombre quien camina.
Realmente,
el vuelo poético de estos versos, va cargado de sentimiento y
corazón. Se lo hago saber y entonces rompe un poco la timidez y me
confiesa algunos de sus misterios y secretos:
- Yo he pasado por tantas desavenencias en la vida, que muchas veces las reflejo en mis versos, he sido incomprendido en un buen número de oportunidades, no he logrado lo que he querido hacer con la décima por falta del espacio requerido, porque las tradiciones campesinas gustan poco a la juventud, entonces se hace difícil enlazarlas en el quehacer cultural del municipio. En los últimos tiempos se ha logrado un avance, pero falta.
- ¿Por qué la décima?
- La décima me gusta por sus características, que la diferencian de las demás formas de versar, tiene su medida, su estructura, sus límites y eso hace que el poeta tenga que hacer las cosas como son y no como le parezca.
Lo
dice con pasión, como cuando escribe:
El
guajiro del batey
Sale
a caminar orondo
Bajo
el penacho redondo
De
un sombrero de yarey,
Y
el campesino de ley
Con
alma de carretero,
Cruza
camino y potrero
Partiendo
la madrugada
Con
la luna reflejada
En
la copa del sombrero.
(…)
O
cuando me comenta que la décima se está poniendo vieja. Lo miro sin
comprender, ahonda entonces en su afirmación:
- Se necesita sembrar la décima en los más jóvenes, inculcarles la improvisación y las tradiciones campesinas a los niños y para ello hace falta algo más que comprensión y apoyo, es imprescindible que exista sensibilidad entre todas las partes que se involucran en el proceso cultural, los decisores, los que tienen los recursos y por supuesto que existan los niños y jóvenes con aptitud para asumir este reto.
Lo
comprendo. Se lo difícil que resulta emprender propósitos que se
salgan de la rutina, que lleve consagración y entrega. Por eso
prefiero cambiar el rumbo y le suelto:
- Volvería a ser poeta e improvisador, aunque cuando me vaya a la tumba cantaré allí con mi amigo Pepe Anca, con Pancho el burro, y con todos los que vayan llegando a la sepultura.- le pregunto si escoge los temas para improvisar o escribir sus décimas- no sé, a veces vienen solos, en ocasiones me los impongo y otros son por encargo, por ejemplo, como las que hice dedicada al día de la mujer, las titulé “A las flores de carne y hueso”:
Mujer,
ternura y belleza
Que
por el mundo se expande
Constituyes
lo más grande
Que
dio la naturaleza.
Eres
fuente de riqueza
En
el constante quehacer,
Y
pobre, el que sin placer
Vive
una vida terrible
Lejos
de la inconfundible
Fragancia
de la mujer.
Hay
una mujer que choca
Con
la historia cada día
porque
a su hijo decía:
¡empínate
que te toca!
Sin
una mueca en la boca
Vibró
su voz soberana,
Esa
mujer fue Mariana
Quien
con vientre de volcán
Le
gestó más de un titán
A
la bandera cubana.
Abel
Quintana y Pepe Anca, otro conocido poeta cenaguero; fueron grandes
amigos, tanto en las canturías como en la vida. Me arriesgo en
tocarle el tema, lo siento emocionado y expresa con mucha exaltación:
- Pepe Anca fue un gran ser humano, todavía hay quienes no creemos en su muerte, tan inesperada, por eso siempre estará presente en cada canturía y en cada letra que se escriba de la décima en la Ciénaga de Zapata y en nosotros- le explico que lo tengo entre mis elegidos para este camino que me he trazado de montear y zapatear por toda la Ciénaga en busca de personas que lo dan todo a cambio de casi nada y me lo agradece, me tiende otro de sus boletines en el que leo:
Pepe,
sonriente o serio
Con
su blanca guayabera,
Es
un sol en la quimera
Tranquila
del cementerio.
Su
décima, sin misterio
Germina
como una planta
Y
su afinada garganta
Hija
de guateque y rumba
Sale
a través de la tumba
Y
a la Ciénaga le canta.
(…)
Cada
nuevo aniversario
De
tu triste defunción
Es
un rojo corazón
Latiendo
en el calendario.
Con
el fulgor necesario
te
fuiste con la neblina,
pero
tu voz que ilumina
todo
el cenaguero ambiente
se
mantendrá eternamente
en
la Peña Campesina.
Me
despido de Quintana. Quedo pensativo. Me doy cuenta que a veces nos
quedamos al margen de las expectativas y pasamos a lo largo del
camino sin quitar una piedra que nos impide el paso. Ojalá mis
letras sirvan de horcón para sostener la décima campesina y pueda
llegar a algún oído receptor que comprenda la importancia de
defender estas tradiciones, que es resguardar en definitiva nuestra
identidad. Seguiré monteando versos por esta Ciénaga nuestra,
comprendo que solo he llegado a un recodo del pasaje, convencido que
de ahora en adelante se hará más engorroso y difícil de recorrer,
como todo soñador que aspira a llegar a la montaña sagrada que
guarda misterios para que viva la poesía y la verdad del poeta y
que tropieza a cada paso con la incomprensión y la mediocridad, con
la oscuridad y las zancadillas, con la envidia y la mala fe.
Pero
triunfará el amor, que en su casaca invencible resucitará de cada
fracaso como manantial oculto en el alma de la bondad.