Por Efraín Otaño Gerardo
Amaneceres con besos de sol
Hoy tus besos llegaron con el sol.
Las aguas de la caleta le sirvieron de espejo
Para peinar sus rayos lacios:
Colorete en tu cara de luz,
Maquillaje de rocío en la mañana.
Un café en la sonrisa de tu piel me alimenta,
Me borra la última pena que circulaba en mis huesos.
Se despertaron los duendes
-los de las piedras,
Los de la lluvia,
Y los de los peces-
Tocaron a tu ventana de utopías,
Reciclaron las condenas de ayer,
Los tropiezos de febrero…
Las ansias de los duendes te procuraron sorbos de inocencias
Escudaron la piel de las sombras oscuras de la tristeza,
Eternizarán tu sonrisa.
Tengo el optimismo en la mirilla de mis letras.
Hoy tus besos llegaron con el sol.
Convocatoria a una locura común
Anoche tuve un sueño.
Todos los poetas de la Tierra se unieron en una locura común:
¡Escribir el poema más grande del mundo!
Muchos se juntaron con esponjas en las manos
Y esculpieron una efigie de letras en el diccionario de la vida.
Otros empataban kilométricas cadenetas de ardorosas palabras,
Y hubo hasta quien empinó papalotes de esperanzas.
Apareció un arquitecto del verso
(construyó sus simientes)
Marineros poetas cosechaban estremecimientos sobre la espuma de los misterios:
Sinfonías de las profundidades adheridas a la verdad;
Poetas pilotos recogiendo canciones entre las estrellas
Eclipse obligado entre verbo y adjetivo renaciendo en sus cometas;
Científicos transbordaban a sus probetas
Esencias del corazón disueltas en cuerdas de guitarras;
La música arpegiando la razón del azul,
Una danza de duende liderando el desfile de lo ilusorio.
Y yo en lo alto de la Torre Eiffel,
Buscando el alcance de mí sueño.
Hoy desperté.
Pensando en todos los poetas de la Tierra
unidos en una locura común.
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