ZAPATEANDO
Por Efraín
Otaño Gerardo
“Zapateando”
es un verbo con varias acepciones,
pero
con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos
a utilizarlo con un nuevo significado,
en
este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos
juntos, con ayuda de la imaginación
a
través de la Ciénaga de Zapata
en
busca de sus misterios y de sus encantos
para
desenterrar el secreto de las piedras.
Arrojo
en contra del olvido
A
Odalys,
Por
soportar el tecleo constante de la computadora,
…y
por el café a buena hora.
Aquí donde los jagüeyes
-albergue de los sinsontes-
Dominan los altos montes
cubiertos de curujeyes,
donde crecen los copeyes
envueltos en jimirú,
do el esbelto manajú
y otros árboles se mecen,
hay bellezas que merecen
quien las cante como tú.
Juan Cristóbal Nápoles
Fajardo
El Cucalambé
Estoy
aquí, existo, en la respiración de la noche, en esos cometas
ardiendo en las alas del tiempo, como un primitivo creador, sin
sentir los miedos rondar en mis adentros. Quiero borrar la pesadilla
del sueño que se disemina en el claro oscuro del aliento. Para
poder seguir, para llegar.
Estoy
aquí, con el hambre natural de mis encierros, con la lógica
manquedad de estar en medio de una fracción de mundo inexplorado del
pantano, pero dispuesto a asumir los riesgos.
Estoy
aquí, determinado para ser decretado por las razones antes que se
marche el tren de la locura, como una mezcla de perfección y
arrebato incontrolable.
Ahora
que me he alejado a pasos presurosos y obligado, hacia ese limbo que
algunos insisten en llamar madurez, me he preocupado, valiéndome de
la pluma, de recapacitar desde mi percepción, sobre dudas del hombre
mismo y su destino.
Llámese
testimonio, crónica, relato, entrevista, reportaje o como se
entienda, solo pretendo que descubran en ellos, un espíritu
realista y honesto, donde la principal motivación es la sublimidad
de su temática, en la que se reflejan las preocupaciones del hombre
con sus virtudes y faltas.
Las
propuestas que aquí se exhiben, llevan como contenido el resultado
de una existencia espiritual, formada por una cultura heredada de mis
antepasados recientes, y la de una identidad construida y arropada
con bases sólidamente establecidas en esta tierra de luz.
Teniendo
en cuenta la diversidad de temas y de personas que se exponen en esta
sección, doy por sentado que habrá discrepancias en cuestiones de
interpretación y aplicación de conceptos, no me molesta si así
sucediera, todo lo contrario. El objetivo de mis letras se verá
enriquecido. Con solo pensar en ello, nos beneficiaríamos todos en
aras de la comprensión de nuestros problemas comunes, porque “lo
literario no contradice lo cotidiano, sino que cada uno afirma y
embellece al otro”.
Estoy
aquí. Asumir el riesgo es de humanos, no asumirlo es cobardía,
fantaseando que vivo más allá de mis catarsis, moviéndome en un
espiral de inexactitudes en sus interiores y llegando, ardiente, a
mis pies desvelados por el asma.
Estoy
aquí, con mi vista fija en un sin límites de quimeras.
Es
por eso que sueño con los tizones encendidos de un horno atravesando
la Ciénaga toda y llevando mis signos a los que hoy viven con el
privilegio de correr entre las flores del potrero, cazando grillos,
con el delirio de la libertad y la satisfacción de guardar una
canción bajo la almohada.
Es
por eso también que no dejaré, mientras cuente con fuerzas para
ello, que el fango se trague los recuerdos y vivencias de hombres que
plegaron páginas gloriosas en mi terruño. Hombres sencillos,
hombres de pueblo, hombres que llevan una estrella genuina de amor en
sus pechos.
Hace
ya tiempo, quizás más del que yo mismo pueda imaginar, me apasionó
esta idea de zapatear
la Ciénaga en busca de mis elegidos. Empezaré mis andanzas con
personajes que se han destacado en las tradiciones campesinas,
principalmente en esa forma de hacer poesía que se llama décima.
No
sé, ahora que ya logro saber que una décima es una composición
poética de diez versos octosílabos que riman entre ellos, si fue
por causas del azar que penetré en su mundo o fue motivado por la
primera vez que desperté bajo el sonido embriagante de un laúd que
tocaba el difunto Macho Caballero –desgraciadamente, perdido
talento del pantano- . “Macho” no conocía nada de música, pero
sus partituras salían limpias y regocijantes del pentagrama del
alma, hasta alcanzar su objetivo supremo: defender las tradiciones
cenagueras.
La
melodía de su encanto me despertaba, me rosaba el espíritu,
descubría el crepúsculo. Es cierto, no soñaba, pero seguía con
los ojos cerrados por el embrujo de la entrega y se mantenían
insomnes mis locuras que como un tornado se arremolinaban en los
quebrantos del tiempo.
Macho
Caballero
En
algún parque cantaban las luciérnagas y el calor de su rastro me
horneaba la dermis del alma, la luz de su sangre acorazonada me
envolvía. Tomé prestada la mano cortada de Cervantes para escribir
la canción de la ternura y caminé deteniendo el tiempo.
Y
en cierto lugar cantaban los poetas e imbuido en algún poder
interior, me fui acercando –tímidamente primero y después con
clara participación- a las canturías del barrio.
Así
conocí a muchos vates que llenaban, de algún modo, el inmenso vacío
de las tardes cansadas de la Ciénaga de Zapata.
Como
he detenido el tiempo, recuerdo con esa misma ternura de la canción
a Roberto Cruz, “el fiera”, otro que el viento arrastró su
extensa obra de repentista natural. Roberto era de los que le gustaba
hablar en poesía, ocurrente en su manera de versar, le dedicaba una
décima en el momento, de “repente
y ahora mismo”. Cuentan
que cierta vez se tropezó con un cangrejo en el patio de su casa,
algo muy natural en los meses de lluvia, y le cantó:
Animal
tan contrahecho
Tan
feo y con tantas patas,
Un
caminar que arrebata
Y
nunca parte derecho,
Tiene
la boca en el pecho
Y
una rara dentadura,
Quién
tuviera la armadura
Que
tiene este animalito
Que
ni el jején ni el mosquito
Le
pican la coyuntura.
O
la vez que estando con Elito, un niño vecino, su perro vino hacia
donde ellos estaban sentados y le dijo:
¿Tú
ves este perro flaco
Que
da grima hasta mirarlo?
“Jutío”(1)
quiere botarlo
El
muy simplón y verraco.
Y
la cuenta que yo saco
Es
que me parezco al perro,
Estoy
flaco, y el destierro
De
la muerte me persigue
Y
a este perro le sigue
Roberto
Cruz al entierro.
(1)Jutío
era el sobrenombre de uno de sus hijos.
Roberto
era así, un jodedor
cubano,
lastima se hayan perdido sus creaciones entre el humo del horno y las
cortadera de los canales.
Hago
un punto y aparte para hablar de José Ramón Otaño, “Virula”,
como todos le conocían. La facilidad para hacer reír, siendo un
estampero por excelencia, lo hacían en muchas ocasiones el centro de
las veladas o guateques de aquellos tiempos. Los matices de su
oratoria versada, lo convertían en un perfecto actor de la poesía,
lograba monologar por varias horas seguidas sin repetir una sola de
sus estampas. Por él conocí las décimas de Chanito Isidrón, de
Justo Vega, de Chanchito Pereira, de Valiente y Naborí y de muchos
otros que han hecho historia en Cuba; por él aprendí a “conversar”
una estampa para que fuera más creíble, asumiendo diferentes
personajes implícitos en la décima y así convencer al público más
exigente. Guardo por tanto, un grato recuerdo de Virula.
Virula
Facundo
era otra cosa. Posiblemente fue el consejero que nunca tuve de niño,
aparte de mi madre. Él me guiaba como especia de ángel de la
guarda, me orientaba lo más conveniente, su buen sentido del humor,
su alegría perenne y contagiante, me hacían ver la vida de forma
más amena. Creo que ni en los días cercanos a su muerte perdió la
ternura y la magia de su sonrisa. Le gustaba mucho el ron, quizás su
mayor fatalidad. Recuerdo una décima que expresaba:
Hay
quien le da por cantar
Cuando
está en su borrachera,
Otro
se vuelve una fiera
Y
hasta se quiere fajar,
A
otro le da por bailar,
Otro
por ser mentiroso,
Y
yo por ser bondadoso,
Por
ser bueno y complacer,
Me
asegura mi mujer
Que
me pongo cariñoso.
Y
en esto de gustarle la décima no puedo dejar de mencionar a mi
abuelo Félix. Debo decirles que mi abuelo, Facundo y Virula eran
hermanos. Tal vez eran los puntos distantes y opuestos de un
triángulo, unidos por líneas entre ellos, pero muy diferentes. Mi
abuelo gozaba de un carácter bravucón, era su manera de ver las
cosas: seriamente; a veces, demasiado seriamente. Facundo y Virula,
el reverso de esa moneda, pero los tres unidos por la sangre y por el
amor a la tradición cenaguera y campesina. Retengo en la memoria
aquella décima de mi abuelo a Eva María, personaje de una canción
famosa de la época, interpretada por Formula V, decía más o menos
así:
Yo
salí de romería
Por
la playa de Girón
-donde
llegó la invasión-
A
echar una pesquería.
Cuando
en el mar me metía
A
pescar con la tarraya,
En
la orilla de la playa
Vi
sentada a una mujer
Con
su maleta de piel
Y
su bikini de ralla.
Cuando
del mar yo salía
A
su lado me acerqué
Entonces
le pregunté:
¿Eres
tú Eva María?
Me
miraba y se reía,
Pero
entonces recordé
Una
canción que escuché
En
la voz del hombre aquel
Diciendo:
que voy a hacer
Si
Eva María se fue.
En
este intento de montear a todos aquellos que en Zapata hayan tenido
inclinación por la espinela, debo pedirle comprensión a los
técnicos, especialistas, críticos u otros en lo referido a la
construcción de la obra misma. Estas son décimas hechas en su
mayoría por personas de bajo nivel cultural y educacional, por lo
que podrían aparecer rimas forzadas, singular con plural, rimas
asonantes y otros errores. No es mi intención tallerear las
creaciones de mis elegidos, sino reproducir y dar a conocer su labor,
que lejos de ser una obra trascendental, es una poesía autóctona y
popular, hecha a base de corazón y algo más, pero sin dejar de
tener su cuota de estética.
Emprendamos
pues este camino, juntos, zapateando desde Santo Tomás hasta
Cocodrilo, desde Pálpite hasta La Ceiba e imaginemos las ocho
sílabas que encierra la Ciénaga de Zapata, y que los sueños
orienten mi rumbo hacia aquella estrella más allá del firmamento,
mientras voy amontonando segundos de canciones en mi cuerpo para
luchar por mis caprichos, a pesar de los fantasmas en una fracción
de mundo inexplorado en medio del pantano. Para seguir aquí, con la
vista fija en un sin límites de ilusiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario