Por Efraín Otaño Gerardo
La distancia del claro-oscuro me atormenta...
No veo las olas
grabar con su pincel salobre
el surco arenoso de los siglos.
¡La puerta se ha cerrado¡
no se si quedé dentro
no se si quedé fuera:
está vacío el candil de los poemas
y la sangre me lleva al desacierto,
al purgatorio de láminas que claudican...
Solo una sonrisa salvará al poeta.
Entre montañas y neblinas
una sonrisa suena campanadas.
El poeta despierta del letargo invernal
la distancia se acerca
la falda encrespa sus enaguas y el deseo se refugia
sobre gritos post-orgasmales del placer.
La eternidad aparece sobre las piedras
y los duendes acalorados corean su sinfonía.
De cierta cuneta se levantan las canciones
se deshiela la incongruencia...
¡Fenixia el poeta¡
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