Por Efraín Otaño Gerardo
Toqué a su puerta con las manos vacías
y no se encendió su balcón.
Llené las manos de estiércol,
volví a insistir:
su alfombra percibió mi olor
… y el perro ladró esperando mi mano.
No sintió el amor.
Aceptó el dinero.
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