Por Efraín Otaño Gerardo
En acuerdo con los dioses del Olimpo de fecha desconocida, se adueñaron de la Tierra luciérnagas que nublaron de colores el murmullo del río.
Por cuanto:
El que suscribe es un simple mortal, dueño de su propio ego que respira por los ojos de la noche y siente la cercanía de los astros y sueña con la libertad, y llora, y cuenta cada hoja que caen de los árboles en espera de lo imposible, y tan siquiera ignora las sonrisas.
Por cuanto:
Los versos transitan por mi interior esperando una sacudida volcánica del alma que los despierte para salir y adueñarse del cenit y de las poderosas amapolas que protegen la verdad, solo se que sueño,
y el sueño me soporta...
Por tanto:
En uso de las facultades del poeta y del derecho que me da la vida
Resuelvo:
Segundo: Enloquecer junto al rocío de las mañanas y endulzar mis canciones, removiendo a cada paso la sementera de mis soledades, ignorar los sinsabores y el hastío.
Tercero: Establecer los códigos del secreto de Davinci, alcanzar el infinito con mi voz, sabiendo que a -ciencias ciertas- la razón dormirá abrazado a mis duendes...y a sus misterios.
Cuarto y último: No descansar sin antes besar la luna.
Dado en manos de los hombres, en alguna parte sobre lo inmenso a la hora meridiana, a tantos días de un mes cualquiera, año de la existencia de la erupción volcánica de los titanes.
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