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sábado, 1 de febrero de 2014



ZAPATEANDO


Por Efraín Otaño Gerardo


Zapateando” es un verbo con varias acepciones,
pero con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos a utilizarlo con un nuevo significado,
en este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos juntos, con ayuda de la imaginación
a través de la Ciénaga de Zapata
en busca de sus misterios y de sus encantos
para desenterrar el secreto de las piedras.

Arrojo en contra del olvido

A Odalys,
Por soportar el tecleo constante de la computadora,
y por el café a buena hora.


Aquí donde los jagüeyes
-albergue de los sinsontes-
Dominan los altos montes
cubiertos de curujeyes,
donde crecen los copeyes
envueltos en jimirú,
do el esbelto manajú
y otros árboles se mecen,
hay bellezas que merecen
quien las cante como tú.

Juan Cristóbal Nápoles Fajardo
El Cucalambé


Estoy aquí, existo, en la respiración de la noche, en esos cometas ardiendo en las alas del tiempo, como un primitivo creador, sin sentir los miedos rondar en mis adentros. Quiero borrar la pesadilla del sueño que se disemina en el claro oscuro del aliento. Para poder seguir, para llegar.
Estoy aquí, con el hambre natural de mis encierros, con la lógica manquedad de estar en medio de una fracción de mundo inexplorado del pantano, pero dispuesto a asumir los riesgos.
Estoy aquí, determinado para ser decretado por las razones antes que se marche el tren de la locura, como una mezcla de perfección y arrebato incontrolable.
Ahora que me he alejado a pasos presurosos y obligado, hacia ese limbo que algunos insisten en llamar madurez, me he preocupado, valiéndome de la pluma, de recapacitar desde mi percepción, sobre dudas del hombre mismo y su destino.
Llámese testimonio, crónica, relato, entrevista, reportaje o como se entienda, solo pretendo que descubran en ellos, un espíritu realista y honesto, donde la principal motivación es la sublimidad de su temática, en la que se reflejan las preocupaciones del hombre con sus virtudes y faltas.
Las propuestas que aquí se exhiben, llevan como contenido el resultado de una existencia espiritual, formada por una cultura heredada de mis antepasados recientes, y la de una identidad construida y arropada con bases sólidamente establecidas en esta tierra de luz.

Teniendo en cuenta la diversidad de temas y de personas que se exponen en esta sección, doy por sentado que habrá discrepancias en cuestiones de interpretación y aplicación de conceptos, no me molesta si así sucediera, todo lo contrario. El objetivo de mis letras se verá enriquecido. Con solo pensar en ello, nos beneficiaríamos todos en aras de la comprensión de nuestros problemas comunes, porque “lo literario no contradice lo cotidiano, sino que cada uno afirma y embellece al otro”.

Estoy aquí. Asumir el riesgo es de humanos, no asumirlo es cobardía, fantaseando que vivo más allá de mis catarsis, moviéndome en un espiral de inexactitudes en sus interiores y llegando, ardiente, a mis pies desvelados por el asma.
Estoy aquí, con mi vista fija en un sin límites de quimeras.
Es por eso que sueño con los tizones encendidos de un horno atravesando la Ciénaga toda y llevando mis signos a los que hoy viven con el privilegio de correr entre las flores del potrero, cazando grillos, con el delirio de la libertad y la satisfacción de guardar una canción bajo la almohada.
Es por eso también que no dejaré, mientras cuente con fuerzas para ello, que el fango se trague los recuerdos y vivencias de hombres que plegaron páginas gloriosas en mi terruño. Hombres sencillos, hombres de pueblo, hombres que llevan una estrella genuina de amor en sus pechos.
Hace ya tiempo, quizás más del que yo mismo pueda imaginar, me apasionó esta idea de zapatear la Ciénaga en busca de mis elegidos. Empezaré mis andanzas con personajes que se han destacado en las tradiciones campesinas, principalmente en esa forma de hacer poesía que se llama décima.
No sé, ahora que ya logro saber que una décima es una composición poética de diez versos octosílabos que riman entre ellos, si fue por causas del azar que penetré en su mundo o fue motivado por la primera vez que desperté bajo el sonido embriagante de un laúd que tocaba el difunto Macho Caballero –desgraciadamente, perdido talento del pantano- . “Macho” no conocía nada de música, pero sus partituras salían limpias y regocijantes del pentagrama del alma, hasta alcanzar su objetivo supremo: defender las tradiciones cenagueras.
La melodía de su encanto me despertaba, me rosaba el espíritu, descubría el crepúsculo. Es cierto, no soñaba, pero seguía con los ojos cerrados por el embrujo de la entrega y se mantenían insomnes mis locuras que como un tornado se arremolinaban en los quebrantos del tiempo.


Macho Caballero
En algún parque cantaban las luciérnagas y el calor de su rastro me horneaba la dermis del alma, la luz de su sangre acorazonada me envolvía. Tomé prestada la mano cortada de Cervantes para escribir la canción de la ternura y caminé deteniendo el tiempo.
Y en cierto lugar cantaban los poetas e imbuido en algún poder interior, me fui acercando –tímidamente primero y después con clara participación- a las canturías del barrio.
Así conocí a muchos vates que llenaban, de algún modo, el inmenso vacío de las tardes cansadas de la Ciénaga de Zapata.
Como he detenido el tiempo, recuerdo con esa misma ternura de la canción a Roberto Cruz, “el fiera”, otro que el viento arrastró su extensa obra de repentista natural. Roberto era de los que le gustaba hablar en poesía, ocurrente en su manera de versar, le dedicaba una décima en el momento, de “repente y ahora mismo”. Cuentan que cierta vez se tropezó con un cangrejo en el patio de su casa, algo muy natural en los meses de lluvia, y le cantó:


Animal tan contrahecho
Tan feo y con tantas patas,
Un caminar que arrebata
Y nunca parte derecho,
Tiene la boca en el pecho
Y una rara dentadura,
Quién tuviera la armadura
Que tiene este animalito
Que ni el jején ni el mosquito
Le pican la coyuntura.

O la vez que estando con Elito, un niño vecino, su perro vino hacia donde ellos estaban sentados y le dijo:

¿Tú ves este perro flaco
Que da grima hasta mirarlo?
Jutío”(1) quiere botarlo
El muy simplón y verraco.
Y la cuenta que yo saco
Es que me parezco al perro,
Estoy flaco, y el destierro
De la muerte me persigue
Y a este perro le sigue
Roberto Cruz al entierro.

(1)Jutío era el sobrenombre de uno de sus hijos.

Roberto Cruz

Roberto era así, un jodedor cubano, lastima se hayan perdido sus creaciones entre el humo del horno y las cortadera de los canales.

Hago un punto y aparte para hablar de José Ramón Otaño, “Virula”, como todos le conocían. La facilidad para hacer reír, siendo un estampero por excelencia, lo hacían en muchas ocasiones el centro de las veladas o guateques de aquellos tiempos. Los matices de su oratoria versada, lo convertían en un perfecto actor de la poesía, lograba monologar por varias horas seguidas sin repetir una sola de sus estampas. Por él conocí las décimas de Chanito Isidrón, de Justo Vega, de Chanchito Pereira, de Valiente y Naborí y de muchos otros que han hecho historia en Cuba; por él aprendí a “conversar” una estampa para que fuera más creíble, asumiendo diferentes personajes implícitos en la décima y así convencer al público más exigente. Guardo por tanto, un grato recuerdo de Virula.

Virula


Facundo era otra cosa. Posiblemente fue el consejero que nunca tuve de niño, aparte de mi madre. Él me guiaba como especia de ángel de la guarda, me orientaba lo más conveniente, su buen sentido del humor, su alegría perenne y contagiante, me hacían ver la vida de forma más amena. Creo que ni en los días cercanos a su muerte perdió la ternura y la magia de su sonrisa. Le gustaba mucho el ron, quizás su mayor fatalidad. Recuerdo una décima que expresaba:

Hay quien le da por cantar
Cuando está en su borrachera,
Otro se vuelve una fiera
Y hasta se quiere fajar,
A otro le da por bailar,
Otro por ser mentiroso,
Y yo por ser bondadoso,
Por ser bueno y complacer,
Me asegura mi mujer
Que me pongo cariñoso.

Y en esto de gustarle la décima no puedo dejar de mencionar a mi abuelo Félix. Debo decirles que mi abuelo, Facundo y Virula eran hermanos. Tal vez eran los puntos distantes y opuestos de un triángulo, unidos por líneas entre ellos, pero muy diferentes. Mi abuelo gozaba de un carácter bravucón, era su manera de ver las cosas: seriamente; a veces, demasiado seriamente. Facundo y Virula, el reverso de esa moneda, pero los tres unidos por la sangre y por el amor a la tradición cenaguera y campesina. Retengo en la memoria aquella décima de mi abuelo a Eva María, personaje de una canción famosa de la época, interpretada por Formula V, decía más o menos así:

Yo salí de romería
Por la playa de Girón
-donde llegó la invasión-
A echar una pesquería.
Cuando en el mar me metía
A pescar con la tarraya,
En la orilla de la playa
Vi sentada a una mujer
Con su maleta de piel
Y su bikini de ralla.

Cuando del mar yo salía
A su lado me acerqué
Entonces le pregunté:
¿Eres tú Eva María?
Me miraba y se reía,
Pero entonces recordé
Una canción que escuché
En la voz del hombre aquel
Diciendo: que voy a hacer
Si Eva María se fue.

En este intento de montear a todos aquellos que en Zapata hayan tenido inclinación por la espinela, debo pedirle comprensión a los técnicos, especialistas, críticos u otros en lo referido a la construcción de la obra misma. Estas son décimas hechas en su mayoría por personas de bajo nivel cultural y educacional, por lo que podrían aparecer rimas forzadas, singular con plural, rimas asonantes y otros errores. No es mi intención tallerear las creaciones de mis elegidos, sino reproducir y dar a conocer su labor, que lejos de ser una obra trascendental, es una poesía autóctona y popular, hecha a base de corazón y algo más, pero sin dejar de tener su cuota de estética.

Emprendamos pues este camino, juntos, zapateando desde Santo Tomás hasta Cocodrilo, desde Pálpite hasta La Ceiba e imaginemos las ocho sílabas que encierra la Ciénaga de Zapata, y que los sueños orienten mi rumbo hacia aquella estrella más allá del firmamento, mientras voy amontonando segundos de canciones en mi cuerpo para luchar por mis caprichos, a pesar de los fantasmas en una fracción de mundo inexplorado en medio del pantano. Para seguir aquí, con la vista fija en un sin límites de ilusiones.

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