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sábado, 1 de febrero de 2014


 
ZAPATEANDO

Por Efraín Otaño Gerardo


Zapateando” es un verbo con varias acepciones,
pero con licencia de la Real Academia de la Lengua Española,
vamos a utilizarlo con un nuevo significado,
en este caso para nosotros será: “Andar por Zapata”.
Viajaremos juntos, con ayuda de la imaginación
a través de la Ciénaga de Zapata
en busca de sus misterios y de sus encantos
para desenterrar el secreto de las piedras.

Pepe Coto, tras las huellas de una tonada
A Flora, por el ejemplo de su amor…

(…)
Estos versos dejo escrito
En páginas de la historia
Y conserves la memoria
De Pepe Coto, el viejito.


(Pepe, en una décima a su sobrina Anita,
en vísperas de su cumpleaños, fragmento)


Tengo ante mí al foto der un hombre que cumplió en el 2012, una centuria de su nacimiento y treinta y seis de su muerte. Sus rasgos se notan entristecidos, pero a pesar de sus sufrimientos, ese no era su carácter.

Quizás en el momento de la foto estaba pensando en los tiempos en que en la Ciénaga, sucumbían los niños por deshidratación, parasitismo y falta de atención médica o por la pobreza de que eran objeto los cenagueros de entonces. Así perdió Pepe a su primer hijo de veintidós meses.
Sin embargo, a pesar de todo eso Pepe era un hombre muy jodedor. Me cuenta Flora Cobas, su eterna esposa:


  • Era el mejor de los padres- los ojos le brillan por el asomo de algunas lágrimas producido por el lejano recuerdo y prosigue ahora con más ánimo- conocí a Pepe allá por el año cuarenta y ocho, y por casualidad, mire usted. Estaba yo en casa de mi hermana Mamillo, cuando aquello vivíamos en Molina, después de Soplillar, y entra él y me dice: “Flora yo quisiera decirle algo si usted me lo permite”. Y sin que le diera respuesta alguna me soltó a boca de jarro:

Flora yo quisiera darte
Estas notas musicales,
Ramón le dijo a Corrales
Que debía conquistarte,
Creo que quieren casarte
Con el galleguito Antón
No agotes tu situación,
Piensa bien amiga mía
Que tú alcanzas todavía
Un hombre bueno y de acción.


Yo no me refiero a mí,
Pero si indicarte quiero
Si piensas en compañero
Ando cerca por aquí,
Flora yo te veo a ti
Como un astro que ilumina
Y si tú te determinas
Que se cumplan mis promesas,
Flora mucho me interesa
En visitar a Molina


  • Desde ese día me di cuenta que me casaría con un poeta- me asegura con orgullo, Flora.
Releo la décima y pregunto por su nivel escolar.

  • Analfabeto- me responde Flora
Las cosas que enloquecen del arte de versar. Pienso en cuánta sabiduría incrustada en su alma, en las palabras que suelen brotar desde lo más profundo de un poeta, salvando, por supuesto cualquier error técnico en la construcción de la obra campestre, me refiero a cualquier rima forzada, singular con plural, medida del verso, etcétera, que pueda producir variadas polémicas entre los técnicos del género. Les aseguro que mi única intención es reproducir las décimas que entre familiares y amigos hemos logrado recopilar tal y como las hizo y pensó el poeta en cada ocasión, para de cierta manera homenajear a aquellos que defendieron a verso limpio, con tesón y amor la tradición campesina. Y ese es el caso de Pepe Coto.

  • Pepe cortaba caña en tiempos de zafra en la finca Cafetalito, cerca de Agramonte y en tiempo muerto venía con todas nosotras pa’ la Ciénaga- me cuenta Flora y al ver que me quedo esperando más me explica con su mirada fija en las memorias- eso fue por los años cincuenta, inicialmente tuvimos a Victoria, que por suerte no le pasó lo que al primero, que era varón, después vino Marta y Librada, con las tres teníamos que cargar de un la’o pa’ otro, aunque la mayor parte del tiempo la pasábamos aquí a’entro.

Reviso los papeles amarillentos que contienen sus escritos y encuentro una décima que me evita la necesaria pregunta sobre el lugar específico de su residencia.


Jagüey Grande y la bahía
De Cochino y Soplillar,
Dirección particular
Que te brindo en poesía:
José Coto y García
Mi dirección es sencilla,
Es provincia de Las Villas (4)
Y decirlo es necesario,
La Caleta del Rosario,
En la finca Lagunilla.

En la finca Lagunilla,
La Caleta del Rosario,
Que al decirlo es necesario
En provincia de las Villas,
Mi dirección es sencilla:
García Coto José,
Soplillar, como se ve
La bahía de Cochinos,
Jagüey Grande, campesino,
Mi dirección al revés.

La ocurrencia en estas décimas me hace penetrar en un mundo inevitable para el repentismo: el humor. En muchas de sus obras se ponían de manifiesto el sarcasmo y la tirantez que caracterizan a las canturías y guateques, pero me aseguran sus conocidos de parranda que nunca llegó a ofender a nadie en sus improvisaciones ni fue vulgar delante de mujeres o personas que no conociera. Una muestra de su jocosidad en la improvisación, y con la única intención de hacer reír es la siguiente composición:


Por allá por Jiquí
Vive una muchachita,
Salió un día de visita,
Casualmente yo la vi.
Cuando me iba de allí,
En mi mente se refleja
Que si ella no se acoteja
En su modo de pasear
Se le nota al caminar
Las nalgas muy disparejas.

O la vez que llegaba de cazar cangrejos, le improvisó en pleno portal de la casa de Pancho Bouza (5), al escapársele a este un cangrejo un tanto pequeño:


Aunque mi vida es completa
Porque siempre la acotejo,
Hoy Pancho agarró un cangrejo
Grande como una peseta…

Pepe Coto fue el plantero del batey en aquellos tiempos en que la luz eléctrica solo era por seis horas (de 6 de la tarde y hasta las 12 de la noche) y nosotros, los muchachos de entonces la emprendíamos con él cuando a las doce de la noche en punto, ni un minuto más, apagaba aquella planta que botaba, creo, más aceite del que consumía haciendo un ruido que penetraba en cada casa de aquellos tiempos y que al concluir su función se oía un silencio asombrante, momento este donde la plaga y la oscuridad se adueñaban de nuestra existencia. Pero sabíamos que no era su culpa, que solo cumplía orientaciones.

Hay un hecho curioso en la vida de Pepe Coto, y es que a pesar de haber sido analfabeto, poseía una inteligencia natural envidiable. Por ejemplo, los más “aprendidos” lo mandaban a buscar para que midiera los pies de madera que debían ir hacia el aserrío; y de política también conocía su poco, era comunista natural, es decir sin conocer doctrina alguna tenía ideas muy bien definidas y eso lo demuestra en su poesía, incluso antes del triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.

Le dieron muerte a Menéndez
Por sentirse comunista,
Pero lo que está la vista
Hasta un bobo lo comprende,
Este trovador se ofende
Al ver esta situación:
Que no tienen compasión
Con este pueblo cubano
Y es muy rico, ciudadano
Estar “guinda’o al jamón”

Después de la Revolución, al tener la oportunidad de pronunciar libremente su forma de pensar, acompañado siempre de su tres, solía cantarle a Fidel y sus partidarios:


¡Viva la Revolución,
Vivan los libertadores,
Vivan los trabajadores
De mi cubana nación!
Pero no tendrán perdón
Esos canallas malvados,
Unos que eran de Machado,
Otros que son de Batista,
Por la fuerza fidelista
Todos fueron castigados.

De igual forma, y manifestando su carácter jovial y jaranero, fundía en sus décimas el humos y los sentimientos patrios.

Romero, la pesquería
mucho le gusta, en Venero,
junto con su compañero
para pasar un buen día,
atravesando la fría
agua de por la mañana,
allí, metido en la yana
con trucha o con camarón,
y a mí la Revolución
me gusta porque es cubana.

O atacando en sus poesías a los que comentaban en contra de la obra revolucionaria:

El buen revolucionario,
Aunque no tenga manteca
Se come la harina seca
Y no hace comentario,
No va por el vecindario
Diciendo que no comemos,
Y al poco rato lo vemos
Sentado frente a un mantel,
Por eso estoy con Fidel,
¡Patria o muerte, venceremos!

Una de las muestras más elocuentes del pensamiento político de pepe Coto, se pone de manifiesto en el testimonio de Gisela, su hija menor, consagrada por muchos años al frente de la organización femenina cubana, la FMC, en el municipio Ciénaga de Zapata:

  • Mi mamá estuvo una vez al borde de la muerte, y mi padre, que nunca votaba a favor de ningún partido (Liberal o Conservador), fue a ver a un político de Jagüey Grande y le pidió ayuda para atender a mami en el médico a cambio de sus votos. El político lo ayudó y pagó la operación de la apendicitis, que era en definitiva lo que mami tenía. Después papi se metió a cortar leña en el corte de Las vacas, que era cerca de los cayos Diego Pérez, bien intrincado en la ciénaga, hasta que se acabaron las elecciones y evitar darle la cara al político y claro, también procurarle los votos, “si no voto por el partido ortodoxo, no voto”, le dijo a mami con su temperamento característico.

Después del triunfo fidelista del primero de enero, se estableció en la Ciénaga de Zapata para siempre, ya no regresó más a la finca Cafetalito para cortar caña. En agosto del mismo 59, hizo un ranchito con la ayuda de sus parientes en Pálpite. Ahí crió, a golpe de hachazo y malas noches velando el horno de carbón, a sus cuatro hijas, siempre deseando la llegada de un hijo varón que nunca vino.
Cantó en cada rincón donde hubiese una canturía o guateque. Muchos recuerdan su décima dedicada a los barbudos bajados de la Sierra Maestra:

Yo le tuve que poner
Marta Fernández a la harina,
Si alguno me tiene inquina
Que me manden a prender,
Ahora ya tengo a Fidel
A Camilo, al Che Guevara,
Cuando el golpe a santa Clara
Batista cogió el baúl,
Porque pensó que Raúl
Iba directo al Moncada.

Ya en la última etapa de su vida trabajó como plantero como ya hemos revelado. Y así, cantando sus poesías, trabajando siempre por el bienestar de sus hijas, vivió y murió José Coto García, Pepe Coto, para todos sus conocidos. Lo hizo casi en medio del olvido, sin que nadie tuviera en cuenta su talento creador en el arte de la improvisación, ni sus condiciones ideológicas para militar el Partido que tanto defendía.
El 2 de octubre de 1976, una penosa enfermedad respiratoria, privó la vida de uno de los más afamados poetas de la zona occidental de Zapata en la década del 60. Sus hijas lo recuerdan como era: trabajador, sincero, padre ejemplar.

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