Mi lista de blogs

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El cayo de los misterios



Efraín Otaño Gerardo


A Tomasito Moreira, por su afición a la pesca… a pesar de los vientos,

A “Pepe” Ríos y “Pepe” Pico (los dos Pepes),
por sus conocimientos de marinería,

a todos los pescadores de la Ciénaga de Zapata

Capitulo II

EN BUSCA DE LO DESCONOCIDO


Desperté con bríos nuevos y con ánimos de levantarme. Quería salir al exterior y ver al menos las características del lugar  en que me encontraba. Me apoyé a un tronco que había cerca de la hamaca que muy a gusto me servía de cama y cuál no sería mi asombro al ver sobre él una jícara  de coco llena de una especie de infusión, miré en dirección a la puerta de entrada y no divisé nada. Recuerdo que hice una mueca de duda y tomé a grandes sorbos aquel delicioso líquido que me hizo experimentar una agradable sensación en el paladar.
Ruidos provenientes de la parte de afuera me hicieron reaccionar. Salí lo más rápido que pude con la fe de descubrir al misterioso personaje que me ayudaba tan discretamente, pero la novedad provenía de una iguana de regular tamaño, que levantada en sus cuatro patas, trataba de alcanzar un gajo de mangle rojo que crecía frente al vara en tierra . Sonreí, solo las había visto en fotografías  o por la televisión. Me miró y le fue familiar la presencia de un ser humano, porque siguió en su faena como si no me advirtiera.


Dejé a un lado la iguana. Fue entonces que vislumbré el hermoso paisaje que se levantaba a mí alrededor: una gran explanada de dientes de perros desgatados por el efecto de las olas daban la sensación de estar viendo una pista de aterrizaje. A su lado izquierdo crecían innumerables variedades de plantas; mangles de distintos tipos: yana, patabán, mangle negro y el ya mencionado rojo y otros arbustos que crecen en las zonas pantanosas, y al final una cantidad considerable de casuarinas, que con el batir del viento, creaban un apacible murmullo.
Algunas aves de diferentes especies permanecían posadas sobre la explanada haciendo caso omiso a mi paso por el lugar. Comencé entonces a preocuparme, tanto la iguana, como las aves, notaron que un extraño se movía cerca de ellos y sin embargo no se asustaron. Eso podía tener dos explicaciones: la primera; no le temían a los seres humanos porque les era familiar alguien que nos les hiciera daño (cosa poco probable en estos parajes) o segunda; nadie había puesto los pies en aquel lugar.  
Observé todo lo que me fue capaz, y por las características de la vegetación y accidentes de la costa, similares a las oídas por los pescadores, deduje, que un por ciento elevado de veracidad, debía encontrarme en uno de los cayos del sur del golfo de Cazones.
Pero cuál, ¿hacia dónde me había arrastrado la marejada?, ¿qué pasó con mis compañeros? Por segunda vez pensé en ellos. La última ocasión que los vi, fue segundos antes del choque de nuestra embarcación.
Comprendí que la realidad era otra, me encontraba solo en vaya a saber Dios qué lugar, aún con grandes dolores en todo el cuerpo y sin otro recurso que no fuera yo mismo.
Caminé sin rumbo fijo por la orilla de la costa, con gran dificultad, porque una de mis piernas estaba visiblemente hinchada. El mar estaba en quietud total. Se notaba un extenso bajizal que suponía la presencia de corales y diferentes especies marinas que habitan esos lugares. Las aves se levantaban perezosamente a mi paso; algunas de ellas, pelícanos y alcatraces fueron a posarse en las aguas de la playa.


Por el lugar donde crecían las casuarinas, me pareció ver un bulto blanco corriendo entre las hierbas altas. Apuré mis pasos, pero en un recodo lleno de mangles-que crecían mar adentro- no vi nada más que no fuera éste, perderse de vista.
 Caminar por aquel lado se me hizo imposible, el mangle se internaba treinta o cuarenta metros dentro de un agua de arenas fangosas que me resultaron impenetrables debido a mi estado convaleciente de salud. Sentía mucha sed y decidí regresar para saciarla.
-“No he tomado agua en todo este tiempo-pensé- o al menos que yo recuerde”
 La distancia que separaba el montecito de casuarinas del rancho era de unos  quinientos metros, relativamente cerca, pero por  mi pierna descompuesta, el andar se volvía engorroso.
Debía ser aproximadamente las diez de la mañana cuando llegué al vara en tierra. No encontré en él ningún recipiente con agua potable, pero sí otra cosa.
Di un respingo al ver una nota, escrita sobre la paleta de una penca de coco y supuestamente con un carbón o tizón de madera quemada. Decía:

“no se moleste en llamar a ningún bote o barco que pase cerca, no vendrán. Al cayo de los misterios nadie llega, y si alguien lo hace, no regresa”

  Es de imaginar lo que se siente cuando algo así le sucede a un ser  humano acostumbrado a ver, que cosas como esas, solo pasan en películas o algo por el estilo. Las aventuras de corsarios y piratas en pleno siglo XXI era un buen tema para un largometraje Holliwodense, pero inadmisible para que sea real, y teniendo como protagonista al administrador de una escuela primaria.
El efecto producido por la nota se rompió con el retumbar lejano de un motor. Salí más que aprisa para mirar el horizonte. No divisé absolutamente nada, me di cuenta que el sonido provenía del lado opuesto al que yo me encontraba.
Caminé en sentido contrario al recorrido anterior, y con mucha más dificultad, el dolor en la pierna arreciaba. Atravesé una pequeña sabana de hierbas finas que crecían sobre un terreno arenoso-fangoso, doblé por una diminuta punta que se adentraba en el mar y pude ver la otra parte del cayo.
Una excelente playa se divisaba por el litoral que se perdía en el extremo donde estaba el manglar que estuve horas antes. Pude así darle un orden a mis conjeturas: se trataba efectivamente de un cayo. No podía ver desde allí todos los detalles de la costa, pero si me llevé la impresión de que la islilla en cuestión tendría unos ochocientos metros por el lado del vara en tierra y alrededor de un kilómetro por esta otra parte. De ancho no alcanzaba más de quinientos metros.
Ningún barco o bote de motor se veía mar adentro. Regresé pensando en la misteriosa nota.

(Continuará…)




No hay comentarios:

Publicar un comentario